¿Adiós a la Europa social?
A raíz de la crisis provocada en el otoño de 2008 por la hipertrofia de la economía financiera, cuyas transacciones multiplican 100 veces las de la economía productiva (Josep Borrell, EL PAÍS, 30 de mayo), los Estados europeos se vieron obligados a comprometer 2,7 billones de euros para rescatar un sistema financiero a punto de quebrar y suavizar los efectos de una recesión que se ha cobrado ya millones de empleos. Estos gastos, sumados a una notable reducción de ingresos, dispararon el déficit público de todos los países.
¿Quién tendría que pagar la socialización de las pérdidas de bancos y demás componentes del omnipotente mercado? La ciudadanía, claro, ya que, como no se cansan de repetir con agudo sentido del humor los Gobiernos de cualquier tendencia política, "hemos vivido por encima de nuestras posibilidades".
La ortodoxia neoliberal, que vuelve a campar por sus fueros una vez olvidado el señuelo de la "refundación del capitalismo", está imponiendo en todas partes unos severos planes de ajuste que reducirán a cenizas el Estado de bienestar implantado en Europa después de 1945, porque ya nos están avisando de que en los años venideros serán necesarios más recortes (pensiones, copago sanitario, y lo que les venga en gana).
En España, además, y también en otras naciones, la patronal está pidiendo una reducción generalizada de los salarios (la cual se está imponiendo ya en muchos casos), lo cual resulta surrealista en un país donde el 60% de los trabajadores cobra menos de 1.100 euros mensuales. En cambio, se retrasa el aumento de la fiscalidad de los sectores con mayores ingresos y, si llegara a producirse, ya les han tranquilizado al asegurar que será con carácter transitorio. Parece así que, paralizados por el miedo y el individualismo egoísta, deberíamos aceptar sin más los sacrificios exigidos en exclusiva a las clases medias y populares para que perdure un sistema en quiebra. Están jugando con fuego.
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