La crisis aúpa al centro-derecha en las legislativas holandesas
Pese a perder fuerza, el líder xenófobo Wilders aspira a ser llave de gobierno
Hace un año escaso, Geert Wilders, de 47 años y líder de la derecha xenófoba holandesa, acaparaba la atención dentro y fuera de su país. Su rechazo frontal al islam y su llamada al cierre de fronteras para los inmigrantes pobres le valieron una legión de partidarios. En vísperas de las elecciones legislativas de este miércoles, su figura se ha diluido. Ya no es la caja de resonancia del ciudadano medio, temeroso de perder a la vez identidad y empleo. La crisis financiera llena ahora de dudas a ese mismo votante sobre la capacidad como estadista del político más famoso del país. En otras palabras, pocos creen que un movimiento como el suyo, casi un antipartido populista sometido al férreo control del jefe, podrá reflotar la maltrecha economía.
El ex alcalde de Amsterdam es la gran esperanza de la socialdemocracia
La misma crisis que ha relegado a Wilders ha aupado al líder del antiguo partido del político xenófobo, los liberales de derecha (WD). Su principal candidato, Mark Rutte, de 43 años, encabeza las encuestas desde hace varias semanas. Le dan como vencedor con una gran ventaja, en torno a 20 escaños, sobre socialdemócratas y democristianos. Wilders quedaría en cuarta posición. Rutte ha crecido por su visión de futuro. En enero de 2008 fue el único político que predijo la caída de los mercados. Todos le llamaron derrotista, pero hoy los programas de todos coinciden en la necesidad de recortar unos 30.000 millones de euros de gastos anuales. ¿Qué defiende? Aboga por un modelo de Estado "más pequeño, fuerte y centrado en educación, seguridad, infraestructuras y sanidad". Propone "reducir el gasto gubernamental y la deuda nacional sin subir los impuestos". Y en cuanto a la UE, vista cada vez más en Holanda en función de los intereses nacionales, ha sido punzante. Pide "la supresión de los fondos europeos de ayuda a las regiones pobres". "Es tirar el dinero", dice.
Los sondeos presentan otras sorpresas. Si bien la pugna electoral parece clara entre el centro-derecha y la socialdemocracia, la coalición es la forma de Gobierno tradicional del país. De ahí que para la próxima legislatura aparezcan, al menos, dos grandes combinaciones posibles. Un pacto de centro-derecha, formado por liberales y democristianos, necesitaría de un tercer partido para tener mayoría en un Parlamento de 150 miembros. Wilders podría ser el candidato para cerrar el acuerdo. Sin embargo, su intención de multar el uso del velo y las críticas a los gastos de la inmigración (7.000 millones de euros anuales, según sus cálculos) resultarían de difícil encaje para las otras dos agrupaciones. De quedarse fuera, podría apoyar a un Ejecutivo en minoría y hacer valer sus ideas en materia de inmigración.
Wilders fue en su día un liberal de derecha que se marchó por su rechazo a la candidatura de Turquía a la UE. Como Rutte, no quiere subir la edad de la jubilación a 67 años ni tocar las ayudas estatales a las hipotecas, dos de los caballos de batalla de estos comicios. Si, por el contrario, el acuerdo de Gobierno es de izquierda y liberal, los socialdemócratas llevarían la batuta. Junto a ellos se alinearían los liberales de izquierda y, por extraño que parezca, también tendrían que contar con los liberales de derecha. Sería la única forma de alcanzar la deseada mayoría, porque la izquierda no quiere pactar con Wilders.
Más allá de las coaliciones, cuya formación suele demorarse varios meses, la campaña electoral ha puesto de manifiesto otra realidad: faltan líderes con brillo. Le pasa al socialdemócrata Job Cohen, de 63 años. Como alcalde de Amsterdam se ganó el respeto internacional en 2004 por mantener la paz ciudadana tras el asesinato del cineasta Theo van Gogh, a manos de un holandés de origen marroquí. Como político, demuestra poco espíritu competitivo, flaquea en conocimientos económicos y le falta rapidez en los debates. A cambio, es un gerente sólido y una figura respetada. Respecto a Jan Peter Balkenende, cabeza democristiana y primer ministro saliente, hasta sus próximos admiten que está agotado.
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