Un titán nervioso
Pese a sus dudas finales, Nadal arrolla a Melzer y buscará ante Soderling volver a ser el 'número uno' mundial y ganar su séptimo título del Grand Slam
En la calurosa mañana parisiense del viernes, antes de perder en las semifinales por 6-2, 6-3 y 7-6 ante Rafael Nadal, que jugará la final contra el sueco Robin Soderling, su verdugo de 2009 , Jürgen Melzer quiere lanzar un mensaje: el austriaco coincide con el español durante el calentamiento, le saluda y marca pectorales bajo un lema que quiere ser espuela para el ánimo: Nada es imposible.
Y nada es imposible. No es imposible que el número dos del mundo domine abrumadoramente su encuentro, el sol ardiente y la arena hirviendo, su derecha lanzando fuego, para entregar su servicio en blanco y con doble falta cuando saca por el partido (6-2, 6-3 y 5-4). No es imposible que con el público de fiesta, sonoras las palmas y los gritos, se meta en un desempate de alta tensión y ceda el primer punto lanzando a la red un mate cuando tenía al rival fuera de sitio (0-1). No es imposible que, cuando el español recupera esa desventaja, Melzer gritando, Melzer lanzando destellos metálicos desde sus zapatillas, cometa una doble falta (3-3). No es imposible tampoco que arranque como un toro su primer punto de partido (6-4) y lo pierda cuando una mujer grita en mitad del peloteo creyéndolo vencido. Y, como nada es imposible, ocurre que cuando todo vuelve a estar en equilibrio, 6-6 y el cronómetro corriendo, Melzer alza los brazos rendido, pega un grito y aúlla porque Nadal acaba de soltar un manotazo impensable, rotundo y significativo porque le deja a un paso de pelear por el título (7-6).
Nadal vuelve a una final grande tras la ganada a Roger Federer en el Abierto de Australia 2009. Nadal vuelve a optar al número uno, que logrará si gana el partido. Y Nadal llega al encuentro decisivo sin perder un set, magnífico, brillante y, aun así, como nada es imposible, nervioso, a veces, nerviosísimo en el torneo. "Debí ganar por 6-3 o 6-4 en el tercero", explica luego, "pero en el primer punto del saque estuve terrible, tiré una derecha fuera por tres metros y me puse un poco nervioso". "Roland Garros es siempre un poco más especial para los españoles porque quizás es el grande en el que tenemos más posibilidades de ganar. Por eso los nervios son siempre un pelín más grandes", admite; "en otros juegas con un pelín menos de responsabilidad. Me está pasando, pero lo bueno es que estoy preparado para superarlo. Estoy contento con mi actitud".
Para empezar, la actitud de El Caníbal. Melzer llega tras devorar al número 11 (David Ferrer) y al número tres (Novak Djokovic). Puesto en la pista central, sus truquillos: arranca dando sonoros pisotones tras sus golpes para que Nadal crea que corre hacia la red, que sube; sigue haciendo dejadas de revés, su golpe preferido, y se arriesga, entonces sí de verdad, mosquito atraído hacia la luz, a subir a la red en busca de su fatal destino. Nada que pueda herir al titán de la arcilla. Nada que pueda arañar a un jugador que lleva 21 partidos invicto. Nada que pueda aprender Soderling, peligrosísimo, ni que explique los nervios. Eso sí: Nadal lleva un año trabajando para volver a ser Nadal y ahora tirita a veces porque se vuelve a parecer a sí mismo, porque vuelven los triunfos y la Copa puede volver a ser suya. [Repasa la polémica entre Nadal y Soderling en Wimbledon y Roma, en 2009]
"Estaba muy nervioso antes del torneo y durante el mismo", admite; "ahora, soy feliz. Estoy donde soñaba estar desde hace mucho. Ahora cualquier cosa puede pasar, pero llego al momento adecuado en las condiciones adecuadas física y mentalmente. He hecho todo bien para ganar". Palabra de Nadal.
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