¿Recuperación o ajuste? He ahí el dilema
Estamos atravesando unos días difíciles y no es de extrañar que se extienda una tendencia al desánimo. El camino de salida de la crisis económica está sembrado de dificultades y los que deben tomar decisiones se enfrentan a algunos dilemas que parecen incapaces de resolver. En el momento en el que más necesario es el liderazgo político, parece inoportuno que las imágenes que más se transmiten a la opinión pública sean de casos de corrupción, de batallas partidistas a corto plazo y de irresponsabilidad por falta de visión de Estado. Irresponsabilidad del Gobierno por su retraso en aceptar la realidad y su falta de valentía en actuar hasta que desde fuera se le ha impuesto, e irresponsabilidad de la oposición que, a pesar de las clamorosas presiones europeas, ha puesto su deseo de poder por delante del bien general. ("Que se hunda Zapatero, aunque se hunda España...".) Una orientación clara es lo más importante para superar la crisis, especialmente ante los dilemas que se plantean. Voy a referirme al principal, que es el que da título al artículo. ¿Medidas de ajuste o de estímulo?
El presente es complejo. La salida es segura aunque lenta. No la hagamos más difícil a base de irresponsabilidad
Seguramente, hemos tocado fondo, pero estamos instalados en una crisis que tiene dos síntomas provocados a su vez por dos enfermedades. Los dos síntomas son en el interior el paro y en el exterior la deuda. La salida de la crisis será real cuando hayamos mejorado estos dos síntomas, es decir, reduciendo el paro a una tasa aceptable y rebajando la deuda, no sólo la deuda pública, que es moderada pero crece aceleradamente, sino, sobre todo, la deuda privada (empresas, bancos y familias) que es, tal como suena, "la mayor del mundo" en términos de PIB.
Mejorar estos dos síntomas supone combatir las dos enfermedades que los han causado. Durante 15 años, hemos consumido y hemos invertido muy por encima de lo que hemos ingresado, lo cual ha incrementado el endeudamiento que, por falta de ahorro interno, ha tenido que venir del exterior. Y hemos dedicado nuestra actividad a fabricar bienes inmuebles que no necesitábamos, mientras hemos importado los que, en realidad, precisábamos, aumentando fuertemente nuestro déficit comercial. Mientras estos dos desequilibrios no se restablezcan, ambos síntomas se mantendrán y no hay "brotes verdes" que valgan...
Tener que actuar en estos dos frentes es contradictorio. Hay que recuperar el ahorro; las empresas y las familias deben desendeudarse, pero esto no permitirá aumentar el consumo. Estimular la demanda interna desde el sector público va a ser necesario para la recuperación, pero, al mismo tiempo, puede ser peligroso porque se tendrá que hacer aumentando el déficit publico y, por tanto, la deuda. Además, según como se oriente el nuevo consumo puede aumentar el déficit comercial.
La mejor estrategia consiste en aprovechar el hecho de que, dado que la mayoría de las economías de la zona Euro no han cometido tantos errores como nosotros, se recuperaran antes. Intentemos que durante los primeros años su nueva demanda incremente nuestras exportaciones, tanto industriales como de servicios. Hace falta, pues, una política industrial con tres claros objetivos: aumentos de la productividad por encima de los aumentos salariales, incremento de la calidad de los productos y la eficiencia de los servicios y, en tercer lugar, mejora de la competitividad en términos de mercado europeo, no español.
Las políticas de ajuste que se anuncian deberían, además de reducir el déficit, ayudar a los tres objetivos indicados. Algunas de ellas, como la congelación de las pensiones no está claro que lo hagan. Otras relacionadas con la reforma laboral pueden aumentar la eficiencia global de nuestra economía. Y todas las políticas de estímulo que se vayan adoptando deberían contribuir a estos objetivos. A la hora de priorizar inversiones públicas el criterio de la equidad social o territorial debería complementarse con el de la eficiencia económica de la inversión. En resumen, hay que ajustar y recuperar a la vez, pero, por encima de todo, hay que reconvertir.
Vuelvo al inicio. El presente es complejo. Las decisiones exigen habilidad. Los que estamos entrando decididamente en la madurez, hemos visto situaciones mucho peores. Que no haya ninguna duda: la salida es segura aunque lenta. No la hagamos más difícil unos y otros a base de irresponsabilidad.
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