La estupidez y la gloria
Los etarras de la bomba de la T-4, ajenos a la realidad, renuncian a defenderse
Hay tipos que, empeñados en perseguir la gloria, alcanzan la estupidez. Y es que los intereses de los humanos son tan diversos que en muchas ocasiones parecen alejados del sentido común.
Ustedes se preguntarán por qué tres individuos -por muy terroristas que sean, o precisamente por eso-, que están acusados de gravísimos delitos (entre ellos, dos asesinatos) pero tenían una línea de defensa clara, razonable y con posibilidades de prosperar, han decidido no defenderse y afrontar una condena de casi 1.040 años de cárcel por cabeza. Pese a que quedará en 40 de cumplimiento efectivo, los tres condenados no saldrán hasta enero de 2048, cuando tengan de 69 a 71 años. Ya ven, una insignificancia.
"Quieren creerse héroes aunque la gran mayoría los considere asesinos"
Igor Portu, Mattin Sarasola y Mikel San Sebastián son presuntamente miembros del comando Elurra de ETA y responsables del atentado que el 30 de diciembre de 2006 voló el aparcamiento de la T-4 de Barajas, causando la muerte de los ecuatorianos Diego Armando Estacio y Carlos Alonso Palate, y del proceso para el fin dialogado de la violencia en Euskadi.
El caso es que, un año después del atentado, Portu y Sarasola fueron detenidos en las inmediaciones de Arrasate-Mondragón (Guipúzcoa). Portu resultó con varias costillas rotas y Sarasola con heridas y contusiones. Por ese hecho se sigue un proceso por torturas en San Sebastián contra cuatro guardias civiles.
Portu fue hospitalizado. Sarasola, en cambio, fue llevado a Madrid, donde realizó una pormenorizada declaración a la Guardia Civil sobre su participación en ese bombazo y en otro intento de atentado en Azca, amén de otros delitos menores. Esa confesión no fue ratificada posteriormente ante el juez, pero se incluyó en el juicio sin oposición de la defensa, y ha servido de base para solicitar la condena de todo el comando.
El Tribunal Constitucional ya estableció en 1987 que las confesiones bajo tortura son una "prueba obtenida violentado derechos fundamentales, y como tal inadmisible y radicalmente nula". Sin embargo, los etarras se negaron a declarar, y su abogada no hizo una defensa técnica por expreso deseo de sus clientes, e incluso renunció a que comparecieran como peritos los forenses de San Sebastián que dictaminaron las lesiones de Portu y Sarasola y que han propiciado el otro proceso.
Puede pensarse que se trata de una estrategia a largo plazo: si en el juicio por torturas -previsto para octubre- se produce una condena, los etarras podrán recurrir al Supremo, al Constitucional y al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, con opciones de ganar.
Pero no es así. Los etarras no se han defendido porque, según su abogada, no confían en la justicia, y han dejado transcurrir el plazo para recurrir al Supremo, por lo que no podrán acudir al Constitucional o a Estrasburgo. ¿Les resulta incomprensible? Eso es porque ustedes no piensan como un etarra. Quizá para ellos lo relevante sea que una minoría los considere héroes, aunque la inmensa mayoría crea que son unos asesinos que deben pudrirse en la cárcel. Sus aspiraciones son distintas de las nuestras.
Hace años, el escritor Antonio Gala se reía de sí mismo en una entrevista. Explicaba que le habían invitado a una cena y le habían sentado entre un joven, que le habían presentado pero del que no recordaba el nombre, y una marquesa. Gala preguntó cómo se llamaba. "Yo soy Gento", contestó. "Yo escribo, ¿y tú?". "Yo, no. Soy Gento". "¿Estudias Derecho?". "Es que soy Gento". "¿Algún peritaje, quizá?". "No, no, soy Gento". Gala preguntó a la marquesa, que le aclaró: "Es que es Gento". El escritor ya no quiso saber nada más, aunque días después se enteró por una caja de cerillas de quién era Gento. Paco Gento ganó 12 ligas y seis copas de Europa en los años cincuenta y sesenta con el Real Madrid; era tan conocido como lo son Messi o Ronaldo. Pero a Gala en aquel momento le interesaba el fútbol tanto como a los etarras la realidad.
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