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Análisis:La sostenibilidad del Estado de bienestar
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Operaciones de paz, más y mejor

Cada vez que España sufre una crisis económica casi se puede dar por descontado que habrá recortes en los capítulos de defensa, política exterior y cooperación al desarrollo. Desafortunadamente, son ámbitos con escaso debate social sobre su necesidad y, por tanto, suelen ser los primeros en la mente de nuestros gobernantes cuando se trata de disciplinar las cuentas públicas. Si esto podía entenderse cuando España estaba, en muchos sentidos, fuera del mundo, hoy -integrada en la práctica totalidad de las instancias de gobierno mundial- ese comportamiento es difícilmente justificable.

Pongamos como ejemplo la participación española en operaciones internacionales de paz. Hace ya 21 años que nuestros militares empezaron a incorporarse a estas misiones -justo cuando su número aumentaba exponencialmente- y el balance acumulado desde entonces es altamente positivo. Lo es en términos de renovado orgullo profesional por sentirse útiles, de mejora de la imagen social de unas fuerzas armadas muy desprestigiadas tras la nefasta etapa franquista y de capacitación institucional para garantizar la seguridad de España y los españoles. También lo es por otorgar un mayor peso internacional a España, al implicarse muy directamente en la gestión de la seguridad mundial (hablamos de casi 170 muertos, más de 100.000 soldados en cerca 60 operaciones y alrededor de 4.000 millones de euros ya gastados).

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En esa línea, este Gobierno había conseguido liberarse, por fin, del complejo derivado de la permanente acusación de quienes, en un inexcusable arrebato antipatriótico, han presentado cualquier participación militar española en el extranjero como un acto belicista (en un intento infructuoso por liberarse del oprobio de su implicación directa en la ilegal invasión de Irak en 2003). Así, se había decidido romper el techo de los 3.000 soldados desplegados en el exterior, elevándolo potencialmente hasta los 7.000; un objetivo solo posible si se incrementaba la partida presupuestaria dedicada a tales tareas (muy cerca ya de los 700 millones de euros anuales).

El abrupto choque de la crisis económica actual puede poner en peligro la consolidación del esfuerzo realizado en la acción exterior del Estado. De momento, el ajuste ya se ha notado significativamente en el recorte en las aportaciones a los grandes programas militares (del Eurofighter a las fragatas F-100, pasando por el carro Leopard 2, el buque de acción marítima o el avión de transporte A-400). También ha sido bien notable en el campo de la cooperación al desarrollo, con 800 millones de euros menos (equivalente a "perder un brazo", en palabras del propio presidente del Gobierno). Por su parte, la reforma de nuestro servicio exterior vuelve al cajón de las asignaturas eternamente pendientes (mientras se reduce la oferta para engrosar un cuerpo diplomático superado por unas funciones que no puede asumir).

Si esto se amplía a nuestra presencia en las operaciones internacionales de paz, el mensaje sería altamente negativo. Recordemos, primero, que esa participación es un compromiso ético y político con los civiles que sufren la violencia en tantas partes del planeta y con las organizaciones de seguridad y defensa de las que formamos parte. No olvidemos tampoco que esa es una vía relevante para aumentar el estatus internacional de España (con retornos que no se pueden medir contablemente, pero que no por ello son despreciables).

Y tengamos claro, por último, que cuando nuestros soldados están actuando fuera de las fronteras nacionales es nuestra propia seguridad la que están garantizando. Eso significa que, aunque solo sea por puro egoísmo inteligente, debemos estar en más escenarios -es llamativa la exigua presencia en África-, gastando mejor (con medios adecuados para su despliegue rápido en cualquier rincón del planeta).

Jesús A. Núñez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH).

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