La crisis congela la rehabilitación
La Junta suspende las nuevas ayudas para arreglar infraviviendas en Cádiz
El barrio de Santa María es un mapa lleno de chinchetas. Si las chinchetas son verdes es que ya ese edificio se ha rehabilitado y sus vecinos disfrutan de una casa digna. Si las chinchetas son rojas, es que ya se han empezado las obras para conseguirlo. Si son amarillas, es que aún no se ha podido arrancar. Y en 2010 será más difícil lograrlo. La oficina de rehabilitación de la Junta en Cádiz, dependiente de la Consejería de Obras Públicas y Viviendas, ha suspendido este año, a causa de la crisis, las subvenciones a todas las nuevas solicitudes de mejora de fincas y viviendas. El resto de obras, ya en ejecución, también se han visto afectadas por los recortes. Sólo en este barrio hay 22 chinchetas amarillas. 22 inmuebles donde vive gente entre puntales, sin baño propio o con el techo de escayola derruido.
La idea era acabar todas las obras en 2012, pero ya será imposible
Quien se encarga de llenar de chinchetas el enorme mapa ubicado en la sede de la asociación de vecinos Las Tres Torres del barrio de Santa María es su vocal de vivienda, Julio Sánchez. Cada semana visita varias veces las oficinas de urbanismo de la Junta y del Ayuntamiento. "Soy como un trabajador más. Sólo me falta picar", bromea. Aunque su labor no es de risa. Su misión ha sido en los últimos años denunciar los casos de infravivienda más flagrantes de su barrio. Hace 11 años que el Gobierno andaluz decidió afrontar este grave problema en serio y creó la oficina para gestionar todos los trámites necesarios. El objetivo final era hacer desaparecer la indignidad de las casas gaditanas. "Fue una idea de los vecinos. Ellos la aceptaron y pusieron el dinero. Siempre habrá que agradecérselo", admite Sánchez.
La Junta ha invertido más de 120 millones de euros para arreglar 7.261 viviendas en Cádiz. El plan ha sido ejemplo para otros similares en otras ciudades de España y de otros países. La idea era culminar todo el proceso de rehabilitación del casco antiguo en 2012 pero ya no será posible. La crisis ha frenado estas intenciones. Primero porque muchas empresas de la construcción han quebrado. "Hemos tenido que licitar algunas obras varias veces porque la adjudicataria había entrado en suspensión de pagos", explica Carolina Camacho, la actual gerente de la oficina de rehabilitación.
Este año el recorte presupuestario ha obligado a cerrar el grifo de las ayudas. No hay dinero para solicitudes de nuevas rehabilitaciones o de arreglos menores, como el remozado de fachadas o la instalación de ascensores. "Todo se ha parado. En 2010 no hay ni un céntimo de presupuesto para nuevos proyectos. Lo que se va a hacer es lo que ya está empezado. Pero ni se compra ni se rehabilita. En 2011 ya se verá", lamenta Sánchez. Carolina Camacho reconoce la falta de dinero, aunque niega que se haya dejado de trabajar. "Hemos tenido que renunciar a comprar fincas. Ahora buscamos llegar a acuerdo con los propietarios para que rehabiliten. Con el dinero de la compra de un edificio, podemos arreglar cuatro o cinco si convencemos a los dueños", explica la gerente.
Las calles Santo Domingo y Teniente Andújar lucen chinchetas amarillas. Son fincas vacías del mismo propietario que la Junta iba a comprar por su mal estado. "Todo se ha parado", explica Julio Sánchez. Pero hay vecinos que siguen sufriendo. Las grietas no entienden de crisis ni de recortes. Ocurre en el número seis de la calle Sopranis. Hace poco se cayó un techo de escayola sobre la cama donde vive su inquilina. Una precaria escalera de madera que lleva al piso superior resiste a duras penas cada jornada de lluvia. El propietario ha ofrecido a sus vecinos marcharse pero no tienen donde ir.
La Junta busca ahora salidas económicas. Uno de sus principales problemas es el enorme gasto que genera el realojo de los vecinos cuyas casas están siendo rehabilitadas. Terminar algunas obras pendientes aliviará esta inversión al poder regresar a sus casas y dejar plazas vacías en los edificios construidos para esos alojamientos temporales. "Algunos alquileres los estamos pagando por más de 1.000 euros mensuales", se queja Camacho. La Asociación de Vecinos de Santa María también sigue pendiente con sus chinchetas en la mano. En una década se ha conseguido llenar el mapa del color verde pero persisten como alarmas una veintena de amarillas. Todavía hay trabajo por hacer. Julio Sánchez guarda en abultados informes el avance de la rehabilitación en su barrio con las fotos del antes y del ahora. Había prevista una exposición. Tampoco hay dinero para hacerla.
Una casa sin baño
Encarna Rodríguez lleva viviendo más de 40 años en la azotea del número 12 de la calle Sopranis. Más de media vida. No hay polvo en sus humildes muebles y huele a limpio. Siempre ha sido muy apañada. Para ir al baño tiene que salir fuera de su casa y cruzar un patio a la intemperie. Le cuesta sobre todo en invierno y las noches de lluvia. "Estoy esperando que el Ayuntamiento me dé otra casa", explica como justificándose.
No presenta mejor situación su vecino José Luis, que malvive en 14 metros cuadrados. Paradójicamente él sí tiene cuarto de baño. Al lado del dormitorio. En realidad todo es una única habitación. No hay pared que separe la cama del inodoro. Seis números antes en la misma calle los vecinos resisten entre puntales. Seis años lleva viviendo Manuela en la segunda planta. Paga mensualmente pero las promesas de mejoras no llegan. La Junta tenía intención de negociar con el propietario pero ella sólo sabe de los sustos que se ha llevado. "Se me cayó medio techo de escayola. Si hubiese estado ahí, me habría matado". Como muchos otros residentes del casco antiguo gaditanos intensifica rezos y plegarias cada vez que anuncian tormenta. Como Encarna, Manuela también sueña con el día en que cambie de casa.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.