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Segunda cumbre del G-2 en Pekín

Antonio Caño

La mayor delegación que Estados Unidos haya desplazado nunca al exterior, con la secretaria de Estado, Hillary Clinton, a la cabeza, se encuentra en China para participar desde mañana en la segunda ronda de conversaciones bilaterales de lo que sarcástica pero resignadamente se ha dado en denominar el G-2, es decir, el grupo de los dos países que rigen los destinos del mundo.

En esa cualidad, la agenda de la reunión de lo que formalmente se denomina Diálogo Estratégico y Económico es extensísima, abarca desde la cotización del yuan a Irán, pasando por la seguridad en el continente asiático. Y tendrá efectos incluso en otras crisis, como la situación económica europea, que oficialmente no están en la agenda pero que se encuentran de alguna forma relacionados.

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Estados Unidos y China poseen, como nadie en la actualidad, el poder de enviar al mundo un mensaje de entendimiento y, por tanto, de seguridad y de estabilidad económica, lo que, en cierto modo, acaba repercutiendo en la cotización de la Bolsa de cualquier país desarrollado.

La globalización alcanza su expresión más clara y más cruel en esta cumbre que se celebra en Pekín.

Como afirma Clinton en una entrevista en un medio de comunicación chino, "pocos problemas pueden ser resueltos solo por Estados Unidos o China, pero pocos pueden ser resueltos sin Estados Unidos y China".

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Descendiendo a los detalles, los problemas son múltiples. La delegación norteamericana, de la que forma parte también el secretario del Tesoro, Timothy Geithner, seguirá presionando a las autoridades chinas para que orienten paulatinamente su economía hacia el consumo interno y devalúen su moneda. Esto significa crear unas condiciones más favorables para los productos de exportación norteamericanos y europeos y una competencia menos insuperable de los productos chinos en todos los mercados del mundo.

A diferencia de lo ocurrido hace un año durante la primera sesión de este Diálogo anual en Washington, los asuntos políticos, que entonces estaban condicionados por Taiwan y Tíbet, están esta vez sujetos a la tensión en la península de Corea por la comprobación de la responsabilidad de Corea del Norte en el hundimiento de un barco surcoreano.

Estados Unidos quiere que China, que es el único que puede hacerlo, presione al régimen norcoreano para que renuncie a este tipo de comportamiento y vuelva a la mesa de negociaciones. No solo Corea del Sur, sino otro indispensable aliado norteamericano en la región, Japón, están alarmados por las consecuencias que puede tener en toda Asia la huida hacia adelante en la que parece embarcada Corea del Norte.

Sobre Irán, aunque ya hay un acuerdo para aprobar sanciones en Naciones Unidas, es necesario todavía precisar los detalles de esas sanciones, lo que no es irrelevante si se quiere que estas sean eficaces. Sobre la situación económica global, los dos países intentarán hacer gala de la mejoría notable que ambas han experimentado desde la celebración del último G-2.

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