Boyd policiaco
Tormentas cotidianas está dejando una estela, en sus traducciones recientes al español (marzo) y al francés (abril), que puede parecer de origen volcánico. Ya era un thriller de actualidad cuando salió hace un año en inglés, pero su trama de conspiración farmacéutico-política (que por momentos hace pensar en El jardinero fiel, de Le Carré) ha cobrado ahora otra resonancia, en función de que el protagonista del libro es un climatólogo apresado por azar en una erupción criminal de imprevisibles consecuencias tóxicas. El escenario por donde se mueve el inocente culpable Adam Kindred es Londres, y la capital llega a ser, con el eje central del Támesis, sus barcazas, su fauna comestible y su enredada flora, otro coprotagonista de una novela que, sin dejar nunca de cumplir con las normas del género, también aspira a ser un cuadro de costumbres y actitudes contemporáneas al modo de los grandes frescos de intriga social de Dickens.
Tormentas cotidianas
William Boyd
Traducción de Victor V. Úbeda
Duomo Ediciones. Barcelona, 2010
444 páginas, seguidas de un
apéndice de VII. 19,80 euros
No diremos que Boyd está a la altura del autor de Nuestro común amigo, último título novelesco completado antes de morir por su compatriota decimonónico. Tormentas cotidianas se lee sin embargo, en esta por lo general correcta traducción, como el espejo literario no muy profundo pero sí muy vivaz de una galería de personajes que algunas veces pueden parecer prototípicos; de hecho, el nombre de su antihéroe, Adam Kindred, podría traducirse alegóricamente como Adán Común o Adán Afín, una especie de everyman triturado (aunque no del todo) por la maquinaria implacable de unas poderosas fuerzas dirigidas -desde las más altas instancias- contra él.
No sorprenderá a los lectores de Boyd la riqueza del trazo figurativo, en particular en la pintura de Ly-on, el simple y a la vez perceptivo hijo de la prostituta, de la avispada policía Rita y de un perro de importancia casi filosófica. Destaca también el autor, como de costumbre, en tanto que paisajista, no sólo de los ambientes urbanos (esa esquina fluvial frente a una de las siluetas londinenses más características, la estación eléctrica de Battersea) sino de los espacios morales: la secta religiosa, la redacción periodística, el alto mundo de los happy few.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.