"Todas las grandes batutas son adictas al trabajo"
Que a Pablo Mielgo le gusta la armonía se nota en cómo elige los tonos de su comida. El crema de sus linguini carbonara pega perfectamente con el tiramisú que pide de postre. También en que este joven director de orquesta, madrileño, de 33 años, al que algunos definen como un Dudamel español, habla con juicio, criterio y miras globales.
Ha tenido una formación larga y severa. Pero a lo grande. Ahora empieza a volar por libre. Con muchos proyectos y muchas escalas. Eso que trata de seguir aprendiendo para llegar al tono de un buen director de orquesta. Ese oficio que requiere tanta experiencia: "Es un trabajo de almas mayores y curtidas que debemos empezar desde jóvenes", comenta. Es muy fácil de entender. "Las orquestas suelen estar llenas de músicos mucho más experimentados que tú y debes saber hacerte respetar por ellos convenciendo".
El director de orquesta tiene un sueño: un 'Anillo del Nibelungo' latino
De los grandes maestros que le han inspirado ha sacado una conclusión incuestionable: "Todos son adictos al trabajo. De Abaddo me impresionó su silencio elocuente. Con un gesto conseguía lo que quería. De Nikolaus Harnoncourt, el discurso musical. De Barenboim, su capacidad para trascender el oficio de la música a toda la sociedad, su liderazgo...".
Fue alumno de la Escuela Reina Sofía. Y ha dado todos sus pasos sin padrinos, peleando duro. Ahora, acaba de asistir a Jesús López Cobos en la Salomé de Strauss, que se ha convertido en el acontecimiento de la temporada en el Teatro Real. De ahí viaja a Asia para dirigir la Qatar Philarmonic que acaba de formar Lorin Maazel. Luego trabajará con James Conlon en la Ópera de Los Ángeles, recalará en la Chicago Simphony y pasará por la Ópera de Viena a trabajar junto a Plácido Domingo en la adaptación de la obra Il postino, basada en El cartero y Pablo Neruda, de Antonio Skarmeta.
Un buen año. Pero en sus planes hay un hueco estelar para lo que es su obsesión: crear un puente musical con América Latina a través del proyecto Iberópera, que lidera, entre otros, Domingo. Es algo que le ha metido dentro uno de sus mentores. Nada más y nada menos que José Antonio Abreu, el sabio venezolano inspirador del sistema de orquestas en su país y de la primera formación sinfónica iberoamericana que Mielgo ha dirigido. "En España tenemos la estructura y en América empuje, talento y ganas".
Por eso va a trabajar en Bogotá dentro de lo que va ser el Centro Julio María Santo Domingo, con la Fundación Saludarte. Ahí piensa poner en práctica muchas de las enseñanzas de Abreu, premio Príncipe de Asturias de las Artes. "Él nos ha demostrado algo importante: que la música clásica puede ser un fenómeno masivo y riguroso a la vez". Su intención es llevar montajes internacionales a Colombia y crear, con más tiempo, un sueño: "Un Anillo del Nibelungo latinoamericano".
No se le atraganta ni la pimienta ni la panceta de los carbonara. Tampoco le han sentado mal los rollitos de berenjena previos ni se le ha subido a la cabeza la copa de verdejo. Lo dice en serio. Con una ambición reposada. "Un Anillo... latino, sí señor. Creo que el mundo de Wagner tiene mucho que ver con la sensibilidad de aquella parte del planeta". Como también piensa adaptar a los consagrados. "Quiero hacer una ópera basada en García Márquez".
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