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Columna
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¡Sale 'El Caso'!

Hablamos en estas tribunas semanales de los años 50 del siglo pasado y pido, con humildad y lejanía, me sea permitida una memoria personal sobre algo que aún recuerda alguna gente. Tal día como hoy, hace 58 años, se elaboraba el primer número del semanario de sucesos El Caso, que salió a la luz con fecha 11 de mayo de 1952. Yo cumplía esa víspera los 32 años y aquella ocurrencia marcó un mojón en la historia moderna de la prensa. A la sazón me ganaba la vida como redactor del diario Madrid, por fin con una nómina y cierta estabilidad para sacar adelante una familia que crecía cada poco tiempo.

En aquellos tiempos los madrileños tenían unas cuantas fuentes donde no enterarse de lo que pasaba en su entorno. La radio era el vehículo oficial para notificar, dos o tres veces al día, el Diario hablado, donde se reflejaba todo aquello que no era objeto de reprobación oficial. La censura, nacida en la guerra civil, siguió funcionando, con el precedente de la Ley de Libertad de Imprenta, de 1810. Hubo otra regulación en 1867 y la Segunda República mencionaba el asunto en la Constitución de Diciembre de 1931. Abogaba por una amplia libertad de expresión, pero pocos días, quizás horas después, suspendía 114 diarios y l4 panfletos de otra periodicidad. Pienso que es posible que los legisladores se ahorraran trabajo reglamentando algo golosamente vulnerable. Así llegamos a la Ley Fraga, de 1966, cuando El Caso y demás publicaciones españolas soportaban la censura previa.

'El Caso', modestamente editado, contaba algo de lo que pasaba en la casa de al lado

El Caso, para quien lo recuerde, marcó una etapa, fue un acontecimiento milagroso, inesperado. Los cómicos en los teatros introducían exitosas morcillas en el texto, aludiendo a la publicación y el público se lanzaba a leer aquel impreso, modestísimamente editado, que les contaba algo de lo que pasaba en la casa de al lado. No había propósito político ni sociológico, ni otro que fomentar un éxito llovido del cielo. Su secreto estuvo en intuir lo que le agradaba a la gente y aunque era considerado como "un periódico de porteras", resultaba evidente que no había tantas porteras como para agotar las crecientes ediciones. "Vas a salir en El Caso". "Ese tío es un 'caso", con referencia a la publicación. Personas encopetadas llegaban a un acuerdo con el quiosquero. Si había otros clientes del barrio, les entregaban el semanario entre las páginas de Abc o Ya. La Policía y la Guardia Civil, a las que dábamos buen jabón, exaltábamos sus éxitos e ignorábamos sus fallos, pedía con frecuencia que publicáramos fotos de delincuentes cuya difusión, inmediata, llegaba a todo el país.

Hubo otra publicación de parejo éxito, que superaba la tirada de cualquier diario: Marca. Y entre el alimento espiritual deportivo y la satisfacción de la humana condición morbosa representada por El Caso éramos la columna vertebral de un régimen escasamente inclinado hacia la libertad de expresión. Hasta octubre de l956 no se inician las emisiones de televisión, que tuvo su sede en un chalecito de la calle de La Habana. Como nuestro granito de arena es la anécdota, tuve conocimiento directo de lo que fue llamado "el chal" de TV. Me unía gran amistad particular con un buen periodista, paisano de Oviedo, experto en historia militar, José Ramón Alonso y Rodríguez de Nadales, creo que el primer jefe de Programación de la naciente tele. Iba a buscarle a la oficina su bella y simpática esposa, Isabel Contreras y cierto día en que aparecía en pantalla una cantante folklórica con un generoso escote, se produjo la airada intervención telefónica de la esposa de un jerarca, indignada ante lo que consideraba intolerable descoco. Pocos recursos quedaban y a un técnico se le ocurrió irrumpir en el despacho del jefe y arrebatar, sin explicaciones, el chal que rodeaba los hombros de Isabel; en un rápido fundido arrojóselo a la artista que así tapó la nefanda superficie carnal. De esta forma sucedían muchas cosas en aquella, a ratos, esperpéntica España. Otros notables periódicos fueron Fotos, nacido en la guerra, Semana, de la empresa que editó el diario Ahora, Dígame, de la Editorial Católica, deportivo y taurino y ¡Hola!, que inicialmente trataba temas deportivos y fue adquirido por Sánchez Gómez, para derivarlo al cotilleo de alto copete. Más o menos, eso leían los madrileños en los 50.

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