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Un gran Verdi abre el Festival Mozart de A Coruña

La que, por las circunstancias económicas y cambio de dirección artística, se presenta como la edición más difícil del Festival Mozart ha abierto sus puertas en A Coruña con un brillante concierto inaugural. Pocas obras son tan adecuadas como el Réquiem de Verdi para dar a un acontecimiento musical y social como éste el empaque y la solemnidad necesarios. En primer lugar, por su gran dimensión, tanto en el sentido físico de duración y presencia de grandes efectivos en el escenario. Pero sobre todo por la enorme dimensión de su concepto musical, en una obra nacida como homenaje a dos difuntos (Gioacchino Rossini en principio y Alessandro Manzoni como destinatario final), en formato litúrgico, de un autor bien alejado de la religión.

Para tamaña creación se necesitan grandes voces solistas y un coro de garantía. La calidad de la parte coral queda asegurada con el Orfeón Donostiarra, que mostró su solvencia y seguridad de siempre y la gran redondez y brillo de timbre habituales. Aunque la frescura de las voces femeninas puso de manifiesto la necesidad de una renovación, que deberá acometer en los próximos años en las masculinas por obvias razones de edad de sus componentes.

Una gran soprano

En cuanto a los solistas, Mª José Siri, un gran Sífare en el Mitridate del año pasado, logró una interpretación de su parte plena de expresividad, gracias a su timbre y buen hacer vocal. El Libera me final fue especialmente adecuado por su dramatismo. Los dúos con Anna Smirova, espléndidos por empaste y concertación. La joven mezzo rusa tiene una voz aterciopelada, un hermoso instrumento que a veces, especialmente en los pianos, no luce todo lo que debería al ser emitida con la boca algo cerrada, lo que impide una buena vocalización y dificulta bastante la proyección de la voz.

Soberbio en todos los aspectos el tenor, Stuart Neill. Emite su voz con gran regularidad en todos los registros y tiene un timbre luminoso, incluso cuando en un pianísimo algo forzado se vio obligado a un emotivo apoyo en falsetto de brillante resultado. Scandiuzzi, bajo de noble voz, estuvo algo por debajo de sus compañeros por afinación y expresión. La Sinfónica de Galicia, dirigida por Víctor Pablo Pérez, tuvo una de sus noches brillantes, pero con algún contraste dinámico excesivo y pianísimos inaudibles en algunas zonas del Palacio de la Ópera.

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