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La nube volcánica de Islandia obliga a cancelar cien vuelos en Galicia

Compañías como Iberia anularon todas las conexiones, incluidas algunas de hoyLa suerte de los pasajeros dependió de la compañía, porque alguna no informaba

La nube de ceniza procedente del volcán islandés Eyjafjalla afectó ayer, según AENA (Aeropuertos Nacionales y Navegación Aérea), a 97 vuelos, de los que 48 tenían programada su llegada o salida en el Aeropuerto de Lavacolla, otros 26, en el de Peinador y 23 en el de Alvedro. Hubo algunas conexiones, como la de AirEuropa entre Santiago y Lanzarote, que finalmente sí prestaron servicio a sus pasajeros, aunque éstos tuvieran que ser transportados en autobús hasta Oporto, donde la compañía contaba con un vuelo alternativo no afectado por la nube. Pero en total, los vuelos cancelados alcanzaron el centenar, si se tiene en cuenta que algunas operadoras aéreas ya habían acordado ayer suspender todas sus salidas y llegadas en los aeropuertos gallegos al menos hasta hoy a primera hora.

Los dos últimos aviones de Iberia que despegaron del Aeropuerto de Lavacolla antes de que se cerrase el espacio aéreo del norte peninsular, a las dos de la madrugada de ayer, salieron rumbo a Madrid y Bilbao a las 21.30 horas. Después, se acabó. La compañía con más conexiones de todas las que operan en Galicia decidió a esa hora suspender la totalidad de sus salidas y llegadas al menos hasta el primer vuelo de hoy, también cancelado, con destino a Madrid, a las 6.55 horas. Adelantándose a las decisiones de AENA (que fue retrasando la hora hasta la que se mantenía oficialmente el cierre del espacio aéreo a medida que transcurría la jornada), en los mostradores de Iberia se confirmó a los pasajeros la cruda realidad desde las siete de la mañana de ayer.

Las alternativas que ofrecía el personal que atendía a los viajeros, agolpados en los mostradores de facturación y en muchos casos ajenos a la noticia de que el cielo estaba cerrado, eran el reembolso del precio del pasaje o el cambio de fecha de vuelo. Sin embargo, la información no era igual de sincera y completa dependiendo de la operadora de la que se tratase. Alguna empresa recomendó a sus clientes que esperasen durante bastantes horas en el aeropuerto, sin aclararles si habría solución para su viaje, y después, el personal de ventanilla se marchó sin dar respuesta."La gente se comportó correctamente, salvo un par de tarados de ésos que hay siempre", resumía ayer su mañana de trabajo una veterana de Iberia. "Yo, si algún pasajero me viene exigiéndome con muy mal tono que despegue su vuelo, tengo claro lo que le digo: tome usted su billete y suicídese como mejor prefiera, que nosotros no lo vamos a asesinar". A esta trabajadora de Lavacolla le había tocado hacía rato algún viajero con ganas de desahogarse, "mierda de país". Y de nada valió que ella intentase explicarle que la cancelación de los vuelos en el norte de España no tenía nada que ver con Zapatero, la crisis o la Conferencia Episcopal, sino que todo se debía a "causas naturales": un volcán en Islandia que se ha vuelto a enfadar consigo mismo y una nube de ceniza gruesa que los vientos han querido empujar esta vez hacia el finisterre del Viejo Continente.

"Tiene que ser de veras peligroso despegar con esas piedras flotando en el cielo", comentaba una empleada del servicio de control del aeródromo compostelano, "si hasta los de Salvamento han comentado aquí que hoy no se atreven a salir".

Por lo general, en los aeropuertos de Vigo, A Coruña y Santiago, durante la jornada de ayer reinó la calma. A primera hora se concentraron casi todas las consultas, los viajeros optaron por cancelar o posponer la salida, y después, porque disponían de más información pasadas unas horas, muchos usuarios resolvieron sus problemas sin necesidad de subir al aeropuerto, vía telefónica, a través de Internet y por medio de las agencias de viajes.

Sin embargo, algunos no tuvieron esa suerte. Mientras en los mostradores de Air Europa se solventaba un vuelo a través de Oporto y en los de Ryanair e Iberia se informaba de que todos los viajes de estas compañías (además de los que Iberia comparte con Vueling y Air Berlin) estaban cancelados, otros pasajeros no encontraban a quién preguntar. Spanair no tiene personal propio en Lavacolla. En Galicia sólo cuenta con empleados en el aeropuerto de A Coruña. Y en Santiago, quienes realizan las facturaciones de sus vuelos son trabajadores de Newco, una empresa que presta servicios aeroportuarios a diferentes compañías. Este personal, según informan desde AENA, "se presenta en el aeropuerto exclusivamente cuando hay vuelos, para facturar las maletas, y luego se marcha. Cuando no hay salidas no tiene por qué estar".

Por esta razón, en los sofás bastante rígidos de Lavacolla, esperaron toda la mañana, desde bien temprano, viajeros a los que alguien les dijo que unas horas más tarde recibirían datos más concretos. De momento no podrían saber si sus vuelos llegarían a salir, ni si habría alguna otra opción para viajar.

Apiadada de algunos de ellos que no conseguían contactar con un 902 de información de la compañía y que le iban a llorar a la ventanilla, una trabajadora de AENA les facilitó con sigilo el teléfono, con prefijo 981, de Spanair en Alvedro: "Pero no les digáis que estáis llamando desde Santiago", les advirtió.

Mientras tanto, en los paneles que gestiona AENA, algunos vuelos como los que tendrían que haber partido hacia Dublín y Zurich seguían apareciendo como no cancelados cuando hacía horas que ya lo estaban, según el personal de facturación. Tampoco había nadie que informase de la forma de recuperar el coste del aparcamiento. Para los gallegos que quedaron atrapados fuera, sin poder regresar a sus casas, el contador no dejó de correr.

A la entrada del aeropuerto, contemplando la lluvia, muchos viajeros esperaban con resignación un taxi de vuelta a Santiago. Dos enfermeras de Valencia, que hoy tienen guardia en un hospital de su ciudad, preguntaban por los autobuses. Habían decidido recuperar el dinero del billete y emplearlo en un transporte por asfalto. Si lo encontraron, a lo mejor hoy llegan justo para entrar a trabajar.

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