La rebelión de las máquinas
La velocidad de las operaciones automáticas provocó el caos de Wall Street
Ya no hay papeles cubriendo el parqué del New York Stock Exchange (NYSE). Desaparecieron cuando los humanos abrazaron la electrónica para ser más eficientes. Pero, sobre todo, rápidos. Porque la velocidad es, desde el origen de Wall Street, la clave de la supervivencia. Lo era cuando los intermediarios financieros corrían hacia los teléfonos para dictar las órdenes. Y ahora se hace aún más relevante con la información circulando las 24 horas.
Aunque el elemento humano sigue presente, el 60% del volumen de la plaza neoyorquina pasa por redes informáticas gestionadas por las grandes firmas financieras, fondos de alto riesgo (hegde funds) y otros fondos, que les permiten ejecutar miles de pequeñas órdenes al mismo tiempo y a la velocidad del relámpago.
Un ordenador lanza órdenes buscando liquidez y los demás le siguen
Las ventas saltaron del NYSE a otras plataformas como el Nasdaq
Hasta tal punto la velocidad es la clave de la competitividad, que estas firmas instalan sus servidores lo más cerca posible del parqué bursátil, para no tener que perder ni una milésima de segundo en la transmisión. Pero en esta carrera, en la que prima la rapidez sobre la calidad, ¿dónde está el límite?
La tecnología, como dicen los intermediarios bursátiles, es amiga. Pero también puede volverse en contra, como se vio esta semana. La causa del caos del jueves sigue bajo investigación. Y, descartado el error humano, la atención se dirige a la estructura que permite dar a las máquinas tanto poder.
A simple vista, todo funciona. Hasta que el ordenador interpreta que se ha producido un hecho relevante y empieza a lanzar órdenes, saltando de un mercado a otro, buscando liquidez. La bola de nieve comienza a crecer cuando los sistemas de otras firmas responden, buscando el mejor precio en otros mercados.
Esta vez, el caos se produjo a raíz de una misteriosa caída de las acciones de Procter & Gamble. En pocos segundos, sus títulos cayeron un 37%. Todo se aceleró en los minutos sucesivos, con órdenes que se tradujeron en cambios en el valor superior al 60% en casi 300 compañías cotizadas.
Lo que dejó a todos perplejos fue ver que las acciones de P&G nunca bajaron de los 56 dólares en el NYSE, frente a los 39 dólares que se vieron en el Nasdaq. Y aún más difícil de creer fue ver a Accenture a cero. Se trataba, por tanto, de algo más de un error al pulsar una tecla en la terminal.
Los operadores ya estaban muy activos durante la mañana, adoptando los modelos de riesgo por lo que estaba pasando en Grecia, ante el temor a que otras economías y el conjunto del sector financiero resultara afectado. Si fueron los programas informáticos los que desencadenaron la venta masiva, la pregunta es: ¿están las máquinas a cargo de Wall Street?
El conocido como high frenquency trading (mercado de alta frecuencia) representa más de la mitad del volumen de las operaciones de mercado, según un estudio de Tabb Group. Y sigue creciendo, lo que deja fuera a inversores legítimos y cierra una fuente de capital para las pequeñas empresas, denuncia Grant Thornton.
Y ahí es donde el regulador bursátil (SEC) centra su investigación. Trata de determinar si las disparidades entre los modelos y reglas que siguen los distintos mercados contribuyeron a este repunte extremo de la volatilidad. "Esto no es consistente con el funcionamiento efectivo de los mercados de capitales".
El ordenador no conoce el miedo, como quedó demostrado el jueves. Y el caos dominó hasta que el humano intervino y aportó su conocimiento. Pero con el silicio marcando la tendencia, qué puede hacerse para prevenir otro fiasco del tal calibre. ¿Se necesita entonces más regulación? ¿Más coordinación?
El high frequency trading, dicen sus más fervientes defensores, permite inyectar liquidez en el sistema. Pero al mismo tiempo, puede ser una fuente de volatilidad cuando domina la irracionalidad. Sin embargo, se cree que el problema no sólo está en el choque hombre-máquina, si no en la fragmentación y las pocas salvaguardas.
El NYSE, donde se juega el 28% del volumen que se mueve en Wall Street, insiste en que tiene la obligación y el derecho de suspender durante unos segundos transacciones que rebasan los umbrales de volatilidad excesiva, como hizo con P&G. Y pide que otros participantes en el mercado lo apliquen, para prevenir un desplome como el del jueves.
De hecho, el NYSE es el único parqué con capacidad de abrir esta especie de pausa en acciones individuales. Es como un periodo de reflexión de 90 segundos que permite a las partes establecer de una forma ordenada el precio de la acción. El problema es que las máquinas buscaron liquidez en plataformas como el Nasdaq.
Los expertos y actores del mercado lo tienen claro: el sistema debe funcionar de una forma coordinada. Y eso es sobre lo que deben debatir ahora reguladores y gestores de las distintas plataformas bursátiles, para que los especuladores no puedan aprovechar el resquicio tecnológico en beneficio propio y a expensas de la estabilidad del mercado.
Los ordenadores revolucionaron la manera en la que se juega en el casino de Wall Street. Pero los reguladores deben ahora poner orden en un segmento de la industria que hasta que irrumpió la tecnología se consideraba civilizado, transparente y ordenado, para que el mercado de la compraventa de acciones no caiga en la oscuridad de los derivados.
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