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Un año de Gobierno socialista

El cambio lleva el debate político hacia el centro

Los tres mayores partidos pactan y deciden huyendo de los extremismos

El histórico cambio de liderazgo en Euskadi, que se abrió mañana hará un año con la investidura de Patxi López como lehendakari, se ha traducido a la vez en una modificación, aún no completa, pero sí apuntada y no poco avanzada, del clima político y las relaciones entre partidos e instituciones, tanto dentro de Euskadi como fuera.

Ajuria Enea tiene por primera vez un inquilino ajeno al PNV, un socialista heredero del partido más antiguo del país, cuyo nacimiento estimuló después el de la formación fundada por Sabino Arana, sin que la tierra de la que ambos brotaron haya temblado. Y, aunque entre las siempre más vehementes bases nacionalistas haya quien asegura que le salen granos cada vez que ve a López, sus líderes han asumido la situación y hacen política con normalidad, por más que los discursos sigan más o menos teñidos de elementos de la etapa anterior.

La crisis ha traído consigo la variación en los parámetros de interés y urgencia
Lo más significativo del cambio es la normalidad con que se ha vivido
Retortillo: "Sigue habiendo algún debate barriobajero, pero es de boquilla"
Todos los partidos pueden buscar acuerdos entre ellos y lo hacen
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Un año después, lo más significativo del cambio no es quizá tanto lo distinto como la comprobación de que lo que apocalípticamente se temían los relevados no ha ocurrido. También lo que ha dejado de pasar, cortando así con la principal marca de la década anterior: las propuestas rupturistas lideradas, paradójicamente, por el Gobierno y el clima de desafío permanente hacia el Estado. Euskadi ha bajado con ello enteros significativamente en su cotización informativa fuera de la comunidad autónoma, al perder esa singularidad retadora, en su mayor parte apariencia (salvo en lo que a ETA respecta), pero exitosa durante años para sus promotores como clave para mantenerse en el poder.

A cambio, lo más pegado a la calle ha cobrado valor político. La crisis, en cuyo momento de mayor crudeza aterrizó el nuevo Gobierno, ha determinado no poco esa modificación de los parámetros de interés y urgencia, tanto en el debate político como en la mirada de los ciudadanos. La práctica desaparición del juego parlamentario de los rivales más pequeños y la total de la izquierda abertzale ha ayudado igualmente.

En la etapa anterior, la influencia de los partidos menores del tripartito, muy primados sobre su peso real, como demostraron las elecciones de marzo de 2009, tiraba de él hacia el extremo. El resultado del 1-M ha dejado sólo a los tres partidos principales en posición de decidir mayorías. Los ha liberado, sobre todo al PNV, de presiones y cesiones no siempre deseadas. Valga como ejemplo el Plan de Educación para la Paz del anterior Ejecutivo, con la batuta en manos de EA. O la ley de Suelo, elaborada por EB, pero luego reconducida por el PNV y el PSE.

La voluntad expresada en las urnas puso a los tres principales partidos en un marco que les obliga, y les permite, cambiar: los dos primeros gobiernan, uno en Ajuria Enea y en dos capitales (PSE) y el otro en las tres diputaciones y la tercera capital (PNV). El tercero, el PP, sin haber sido marginal en la etapa anterior, ha salido del extremo en que se atrincheraba sin mancharse ni mezclarse. En su caso, aunque no gobierna, tiene la responsabilidad de sujetar a quien lo hace. Todos pueden buscar el pacto entre ellos y lo hacen, sin mirar de reojo al resto. Hasta Aralar busca ese centro. Todo junto ha tenido un efecto balsámico respecto de las legislaturas de Ibarretxe, que será mayor tras las elecciones municipales, como ya anuncian algunos movimientos del PP hacia el PNV.

A juicio del politólogo y profesor de la UPV Alfredo Retortillo, éste es un elemento relevante del cambio experimentado por la política en un año, y no lo han decidido los partidos como fruto de una reflexión simultánea, sino que se lo ha dado hecho la voluntad ciudadana plasmada en las urnas. El efecto está siendo la centralidad, no ya la que buscan siempre los partidos como lugar de privilegio para alzarse con la victoria electoral, sino la del clima y el debate político y sus posiciones en él. "Estaba claro que el cambio no iba a provocar ninguna hecatombe ni ninguna revolución en su contra", afirma Retortillo.

De ahí que hayan chocado tanto con la realidad las catastrofistas advertencias lanzadas hace un año del nacionalismo, gobernante desde 1979. Quien las tomara en serio casi debería hoy poner en valor, como principal logro del cambio, que no haya pasado nada. El país funciona como siempre: los comercios abren sus puertas por la mañana, los trenes y autobuses transportan a los ciudadanos a sus trabajos, los colegios acogen a los escolares, el Teleberri sigue empezando a las tres de la tarde, el médico lo recibe a uno cuando lo precisa y cada cual lleva a sus hijos al centro escolar que quiere y habla en el idioma que le parece.

El Gobierno "exagera al hablar de oasis" piensa Retortillo, La polarización anterior, creada por los partidos tras la ruptura de los pactos PNV-PSE en 1998 y del acuerdo del PNV con el PP de Aznar en 2000 y transmitida a la sociedad, "se ve aún". De ella permanece "algún debate barriobajero, que está ya más en los aledaños de los partidos o sus bases que en sus líderes, pero es de boquilla, no social. Es esa luz que siguen emitiendo las estrellas aunque ya estén muertas", afirma este especialista.

El debate político, el que protagonizan los tres grandes partidos, "se va aligerando de boutades y los jugadores pelean la pelota en el centro del campo, aunque siempre hay quien busca el patadón". Retortillo piensa que, del mismo modo que la crispación empezó arriba y tardó en trasladarse a la sociedad, el atemperamiento que apunta ahora seguirá el mismo camino y cuajará del todo, aunque también tarde y no sea completo, como piensa el Gobierno.

Las iniciales acusaciones a los socialistas de haber dado "un golpe institucional" o las proclamas peneuvistas para seguir liderando Euskadi desde la oposición o desde las tres diputaciones las ha reconducido la realidad: quien gobierna lidera y marca el paso, las políticas y los tiempos. Los demás se pronuncian, critican, rechazan, respaldan o negocian. Como siempre ha sido y en todas partes. En definitiva, el cielo no se ha desplomado sobre la cabeza de los habitantes de la heroica aldea de la que se reclamaban líderes resistentes altos dirigentes del PNV en los pasados Carnavales. Y el comandante de la saga Star Trek que escenificaron en los anteriores, en plena carrera electoral a Ajuria Enea, ha salido de la sala de mando sin mayores consecuencias para el país.

Cambios simbólicos, polémica asegurada

Lo simbólico siempre causa los mayores enconamientos, aunque no sea en ello donde se le van las energías a los ciudadanos de Euskadi. Ha sido en ese terreno, desde el inicio de la política de

tolerancia cero

con los símbolos proetarras, pasando por la celebración del Estatuto de Gernika hasta la designación por el Parlamento del 25 de octubre como Día del País Vasco donde el cambio ha motivado discusiones más agrias desde un principio.

La primera fue reconducida rápidamente por el acuerdo entre el Departamento de Interior y la asociación municipal Eudel, aunque falte por ver su concreción el próximo verano en las fiestas populares, con la nueva normativa para la autorización de

txosnas.

Otras polémicas seguirán abiertas probablemente toda la legislatura y más allá de ella. Una de las críticas nacionalistas al Gobierno es que ha entrado demasiado en estas cuestiones, precisamente un universo en el que acusaba a los ejecutivos anteriores de haber invertido sus energías olvidando los problemas de la Euskadi real.

La impronta la dejó ya la investidura, de la que el viernes hará un año, cuando Patxi López sustituyó el crucifijo por un ejemplar especial del Estatuto de Gernika, con el lomo abierto en referencia a su mutabilidad, realizado para la ocasión por el artista José Ibarrola. También desaparecieron de la fórmula con que prometió el cargo las referencias a Dios y al pueblo vasco, sustituido por la expresión "ciudadanía". Las ampollas siguen levantadas, al menos las del portavoz parlamentario del PNV, Joseba Egibar, quien advierte periódicamente de que tras ese cambio laten una intención negadora de la existencia de un pueblo y evocaciones de la Revolución Francesa, en lo tocante al País Vasco francés, y de la Constitución de Cádiz, en lo que atañe al español. A ellas atribuye el mal originario del conflicto político no resuelto, tras dos guerras carlistas antes y 50 años de terrorismo ahora.

La colocación de banderas españolas junto a la

ikurriña

y la europea, o, en su caso, las locales, ha sido otro punto de fricción, aunque lo cierto es que viene impuesta por los tribunales. El último episodio lo protagonizó el diputado general de Guipúzcoa, Markel Olano, quien, tras colocarla, participó en una concentración de protesta, y luego hizo poner una placa señalando que la institución foral lo hacía forzada.

La celebración del aniversario del Estatuto con una recepción en Lehendakaritza; el envió por primera vez de representantes del Gobierno, aunque no fuera el

lehendakari,

al desfile militar del 12 de octubre y también a la fiesta del aniversario de la Constitución el 6 de diciembre o la retransmisión del mensaje navideño del Rey por ETB han sido otros momentos que han levantado las críticas del nacionalismo y las consiguientes iniciativas parlamentarias.

En las últimas fechas, con motivo de San Prudencio, se ha cuestionado la sistemática ausencia del

lehendakari

de los actos religiosos que acompañan a festividades señaladas.

Nuevas relaciones con Madrid y los vecinos

La reconducción de las deterioradas relaciones con el Gobierno central ha sido automática tras el relevo del anterior Ejecutivo. Las entrevistas entre el

lehendakari, Patxi López, y el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y las visitas a Euskadi de miembros del Ejecutivo central, algunas de ellas con anuncios frustrados, se han convertido en otro elemento evidente del cambio en el clima político.

En algún momento, hasta al propio Ejecutivo autónomo le han parecido excesivas esas visitas y las ha vivido con cierto agobio, como la semana en que pasaron por Euskadi dos vicepresidentes y tres ministros en los preparativos de la cumbre de titulares europeos de Innovación. Normalización de relaciones, sí, pero presencia constante, no. El Gobierno ha tenido incluso la impresión de que, en momentos difíciles en Madrid, sus compañeros y homólogos del Ejecutivo central han aprovechado Euskadi para

escapar

de un clima envenenado y hacerse una reparadora foto con el

lehendakari.

Puede ser, a veces, la cruz de la moneda. La cara es que López, a diferencia de predecesor, Juan José Ibarretxe, sí pudo entrevistarse, en su viaje a Brasil junto a una delegación de 120 empresarios, con el presidente Lula da Silva. Ventajas de practicar la colaboración y no la tensión o la contención con el Ministerio de Asuntos Exteriores y las embajadas españolas.

El cambio ha alcanzado también a las relaciones con los vecinos más inmediatos: las comunidades autónomas limítrofes de la vasca, a las que Ibarretxe nunca viajó oficialmente.

López quiso empezar por Navarra, obviamente no por casualidad, y enlazó con el precedente, ya muy lejano en el tiempo, que dejó José Antonio Ardanza. En todos los casos ha sido el lehendakari

quien se ha desplazado, en viaje de presentación y en algunos casos, como el de la comunidad foral, con un convenio ya trabajado de antemano bajo el brazo.

Otro tanto hizo con Cantabria, cuyo presidente, Miguel Ángel Revilla, fue el segundo en recibir su visita. Y en la agenda tenía apuntado para después de Semana Santa, aunque nunca se llegó a poner fecha, una reunión del mismo corte con el presidente de La Rioja, el popular Pedro Sanz. Sin embargo, tras el recurso presentado por el Ejecutivo riojano ante el Tribunal Constitucional contra la equiparación de las normas fiscales vascas con las del resto de España, el conocido como blindaje del Concierto, López ha paralizado ese viaje, que él mismo había anunciado ya. Tampoco ha visitado Castilla y León.

Con otros presidentes autonómicos ha mantenido encuentros oficiales en Euskadi, aunque sin contenido en términos de compromisos. Así ocurrió con la visita que giró el de Asturias, Vicente Álvarez Areces. También recibió en Artaza al gallego Alberto Núñez Feijoo, de visita en Bilbao, con quien comparte estos días titulares por la coincidencia en la fecha de las elecciones que les llevaron al poder. Con el catalán José Montilla se vio brevemente con motivo de una conferencia en Barcelona.

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