Lorenzo es todo corazón
El mallorquín firma una remontada estelar con grandes adelantamientos, bate a Pedrosa en la última vuelta y ambos acaban por delante de Rossi
Jorge Lorenzo no le teme a nada. Pilota su Yamaha desde las entrañas. Y eso, en determinados escenarios, puede ser garantía de éxito. El corredor mallorquín afronta el descalabro con una pasmosa valentía. Porque siempre quiere más. En el camino hacia la victoria ha besado muchas veces el asfalto por negarse a quedar en un segundo plano. Pero a veces, como ayer, en un circuito de Jerez lleno hasta la bandera (122.048 espectadores), el destino le agradece su devoción por el espectáculo. Tras una salida para el olvido -había hecho el segundo mejor tiempo en la clasificación y en la primera curva ya era cuarto-, inició una remontada épica. Y se coronó vencedor en el trazado andaluz después de superar en la última vuelta a un Dani Pedrosa magistral, con el que protagonizó una pelea cuerpo a cuerpo digna de un escenario que se desvive por las dos ruedas.
Después de una salida para el olvido, Lorenzo sacó a relucir todo su arrojo
El campeón italiano llevaba su moto al máximo, pero no era suficiente
El jueves pasado le preguntaron cuál era su sueño. Y Lorenzo respondió que tenía dos: ganar el Mundial de MotoGP e imponerse en Jerez en la categoría de las motos pesadas. La respuesta parecía impostada, hecha a medida para la jornada de ayer. Pero nada más lejos de la realidad. Acababa de llegar a tierras andaluzas, donde había firmado la pole los últimos cuatro años, donde aún no había podido vencer en la categoría reina. Y andaba nervioso. Soñaba, despierto, con la victoria. Se imaginaba celebrándola.
Y, aunque las cosas no le fueron como esperaba desde el inicio, vuelta a vuelta, a medida que veía que rodaba más y más rápido, sacó a relucir el arrojo que le caracteriza. Para brindar a los jerezanos una sucesión de adelantamientos imborrables: primero a Stoner, que logró ganarle el puesto recién comenzada la prueba; pero el mallorquín recuperó la cuarta posición en la cuarta vuelta. Le siguió Hayden, a quien superó en la décima. El de Kentucky rodaba mucho más lento que él. Entretanto, Pedrosa, rápido, constante, y perfeccionista como pocos, tiraba descolgándose de sus perseguidores. Sólo Rossi le aguantaba el ritmo. Pero ambos se vendrían abajo.
A su compañero de equipo, que rodaba tres décimas más lento que él, Lorenzo lo rebasó a falta de seis vueltas para el final, en una curva de derechas; apuró la frenada, como acostumbra, y se zampó al nueve veces campeón del mundo, que exteriorizaba su desasosiego con una pierna, la derecha, a la virulé. Llevaba la moto al máximo. Pero no era suficiente. A Lorenzo, sin embargo, no se le movió un pelo. Ya circulaba segundo. Pero no se conforma con eso. "Ya no importa si me caigo, he pensado, sólo quería ganar", reconoció, sincero, al bajarse de la moto. El mallorquín es todo corazón. No le teme a nada. Arriesgó y ganó.
Pedrosa había conseguido su giro más rápido en la segunda vuelta; Lorenzo la hizo nada más batir a Rossi, cuatro antes de cruzar por debajo la bandera de cuadros. El primero fue de más a menos. El segundo, de menos a más. Hasta que se colocó a rueda del catalán y le puso en apuros. Y hasta se jugó la carrera al intentar un par de adelantamientos imposibles, como cuando a dos vueltas del final quiso meter su moto por donde no cabía, cuando Pedrosa ya tenía el interior ganado. Inmediatamente después se tocaron en la curva de entrada a la meta, en otro intento suicida y desesperado. Y a la tercera, la vencida: en la curva en la que apenas una hora antes habían caído hasta nueve pilotos de Moto2, Lorenzo dio el golpe mortal. Fue al agarrar el freno más tarde que su rival, metiéndole la moto por dentro, y ofreciéndole el exterior de la trazada en una exquisita maniobra que sirvió para rubricar un excelente ejercicio de fuerza mental.
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