Dawa y Sonam, los últimos amigos de Tolo
Los 'sherpas' encabezaron la solidaridad con Calafat, fallecido en el Annapurna - Pese a todo, su compañero Oiarzabal, tras llegar al campo base en helicóptero, clamaba contra la falta de apoyos
El sherpa Dawa, fiel a la ley del alpinismo, se quedó junto a Tolo Calafat cuando el mallorquín se quedó sin fuerzas, con un edema cerebral y "un hilo de vida" en la voz. Sus compañeros de expedición, Carlos Pauner, junto a otro sherpa, y Juanito Oiarzabal, siguieron hacia adelante en busca del campo base, a 7.100 metros en el Annapurna. El sherpa Dawa no podía abandonar a su compañero de viaje en el momento más crucial de su vida que acabó siendo el preámbulo de su muerte. El riesgo era extremo. Una noche a la intemperie a unos 7.500 metros de altitud era una invitación al suicidio, allí bajo la nieve, las temperaturas extremas, sin nada donde cobijarse. Dawa se quedó con su amigo Calafat, que ya daba pocas muestras de vida. Las suficientes, al menos, para hablar con su mujer, y transmitirle su estado de dificultad, y para hacerlo con sus compañeros de cordada, ya en el campo 4, reclamando urgentemente su ayuda. "Hacedlo por mis hijos", suplicó, con un hilo de voz, con un hilo de vida.
Guardó fuerzas para hablar con su mujer y transmitirle su estado de dificultad
Oiarzabal acusa al equipo de Oh de no querer ayudar ni a cambio de 6.000 euros
Dawa seguía allí, a su lado, viendo cómo flaqueaban las fuerzas, cómo se apagaba la esperanza. Poco podía hacer más que transmitir confianza a su amigo, antes de tomar la decisión de bajar al campo 4 para reclamar ayuda, para intentar algo parecido a un imposible. Dawa había subido junto a todos ellos, con la misma dificultad (13 horas de ascensión antes de llegar a la cumbre ya entrada la noche, y sufría los rigores del esfuerzo). Ya en el campo 4 se movilizó el estado de urgencia. Otro sherpa, Sonam Sherpa, el que acompañó a Pauner en el inicio del descenso, cogió una botella de oxígeno, una tienda de campaña, un saco de dormir y alimentos y se fue en busca de Tolo Calafat, tras haberse recuperado apenas unas horas del esfuerzo de la ascensión. 11 horas estuvo buscando desesperadamente al montañero mallorquín entre la nieve, bajo el frío, con el riesgo de los sedac (bloques de hielo) sobrevolando su andadura. No lo encontró.
Todo el Annapurna era un hervidero de motivaciones. El rumano Horia Colibasanu, que había hecho cima junto a ellos, y uno de los alpinistas más acreditados en el rescate, se ofreció voluntario para retornar sobre sus pasos e ir en busca de Calafat tras unas horas de descanso. Dos años antes había vivido una situación dramática en el Annapurna junto a Ochoa de Olza, al que acompañó durante cuatro noches antes de que el navarro le animara a bajar para que no murieran los dos. Iñaki se quedó allí para siempre.
Más abajo aún, Javier Egotxeaga y Javier Pérez se apuntaban para subir desde el campo base de un tirón si era preciso para auxiliar a Calafat. La solidaridad de la montaña estaba en ebullición, incluido el helicóptero de Air Zenett, que tras abortar su vuelo por las malas condiciones meteorológicas, lo reemprendió a las seis de la mañana (hora local), alcanzando los 7.200 metros, a donde nunca había llegado, con los riesgos suplementarios de la acción. En Zaragoza, el equipo de Carlos Pauner organizaba las tareas de rescate tratando de coordinar los esfuerzos, y se había puesto en marcha como ocurrió con el caso de Iñaki Ochoa de Olza hace dos años. Pauner reconocía que el desarrollo del rescate había sido "espectacular" y "único". La solidaridad de la montaña estaba en marcha mientras en el campo 4 Juanito Oiarzabal, que junto a Carlos Pauner fue trasladado en helicóptero hasta el campo base, clamaba contra la falta de solidaridad de la surcoreana Ms. Oh, cuyos sherpas, según dijo, no quisieron subir a buscar a Calafat, "pese a ofrecerles 6.000 euros a cada uno". Juanito, en la tienda del campo 4 y después en el campo base, anunciaba que se había acabado la solidaridad del alpinismo y arremetía contra la expedición de Ms. Oh por no implicarse en el rescate.
Otras fuentes del alpinismo internacional se extrañaban de que sus compañeros de cordada no se hubieran quedado con Calafat cuando dio los primeros síntomas de flaqueza y, sin embargo, acusaran al resto de sherpas de no colaborar en el rescate. "Con cinco millones de presupuesto, Ms. Oh no ha puesto un puto metro de cuerda", clamaba Oiarzabal una vez descendido en helicóptero al campo base. Mientras tanto, sus sherpas Dawa y Sonam renunciaban al plácido vuelo por los aires para descender a pie el Annapurna. La razón era sencilla: "El equipamiento no cabe en el helicóptero y no podemos permitirnos dejarlo aquí". A 5.000 metros de altura las clases y la solidaridad no cambian respecto al nivel del mar.
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