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La ausencia de un casquillo pone en duda la versión policial de un asalto

Los agentes abatieron a un joven en la biblioteca de Sagunto tras oír dos disparos

Ayer se celebró en la Audiencia de Valencia el juicio contra tres policías nacionales destinados en el Goes (Grupo de Operaciones Especiales) por la muerte de Alfredo Estrada, un joven que se atrincheró en 2001 en la biblioteca municipal de Sagunto y murió por los tiros de los policías después de haber disparado dos veces. La vaina del segundo disparo del joven, que supuestamente provocó la intervención policial que resultó letal, es la única que no se ha encontrado. Y no hay explicación científica.

La fiscal no acusa. Pero la familia y el Ayuntamiento, acusaciones particular y popular respectivamente, sí. En la primera sesión, cuestionaron la oportunidad de la actuación, su ejecución y el relato de los hechos. Para ambas acusaciones, los tres agentes cometieron un homicidio imprudente. Piden dos años y medio de prisión, inhabilitación e indemnización en el caso de la familia.

Abogacía del Estado y fiscalía no acusan porque entienden la actuación policial

Los tres imputados dieron la misma versión de los hechos de la mañana del 7 de mayo de 2001. Llegaron al Ayuntamiento, recibieron órdenes de su jefe, se equiparon con casco y chaleco antibalas y cogieron sus armas. Entraron, sin obstáculos. Encontraron a un hombre tranquilo. Pero instantes después, Alfredo se levantó de una silla situada tras una mesa, que impedía ver sus manos y sus piernas, exhibió un arma y disparó contra uno de los agentes, el primero del grupo. Éste se tiró al suelo, se protegió tras una mesa. Los demás insistieron en que bajara el arma. Alfredo, siempre según el relato de los agentes, avanzó por un pasillo, se acercó hacia la posición del agente aparentemente abatido, le apuntó de nuevo y todos dispararon. Alfredo recibió cuatro impactos. Murió.

Frente a ese relato, las dudas, que parten del inicio del suceso. Alfredo fue a la biblioteca a ver a su ex novia, Aida, becaria en la biblioteca, para despedirse de ella. También estaba el que entonces era pareja de la joven, que declaró ayer como testigo. Les dijo que quería matarse, que estaba mal, impotente para seguir. Al novio de la joven le entregó incluso dinero. "Para que cuides a Aida", le dijo.

Tenía 23 años. Un accidente y la amputación de una pierna -llevaba una ortopédica- cambiaron su vida. La ruptura de la relación la vivió como un elemento más de su soledad. No tenía trabajo, sentía que le trataban mal, que estaba marginado. Se lo contó por teléfono al inspector jefe de Sagunto. Así lo relató ayer el oficial. Fue él quien llamó a los Goes.

Los llamó porque los primeros que intervinieron cuando Alfredo llegó a la biblioteca no consiguieron su propósito. Inicialmente, lograron que Alfredo, que dijo haberse tomado amoniaco y leche, aceptara ir al hospital. Pero cuando le preguntaron por el arma, disparó al aire para demostrar, supuestamente, que era de verdad. Fue entonces cuando la biblioteca se desalojó y Alfredo se quedó solo dentro. Y fue entonces cuando el inspector jefe lo llamó, cuando trató de convencerle de que depusiera su actitud, y cuando pidió la intervención del equipo especial de la policía. El inspector jefe aseguró ayer que tuvo la impresión de que no se iba a entrar, que su percepción era que iban a inspeccionar el terreno, no a intervenir.

Quienes realizaron la inspección ocular introdujeron una duda más. Las vainas de los 11 disparos policiales (cuatro impactaron en el cuerpo de Alfredo) se encontraron. Y sólo una del arma del joven. ¿Disparó Alfredo una segunda vez, la que provocó la respuesta policial que fue mortal? Los agentes dicen que sí. Los peritos admiten la posibilidad de que no se encontrara porque no hubo tiro.

Alfredo llevaba un arma idéntica a las de los agentes, pero de fogueo. Nadie lo supo. Los agentes afirmaron que de haberlo sabido, nunca hubieran disparado. La fiscal y el abogado del Estado defienden la actuación policial. Consideran que fue un desgraciado accidente, pero no una imprudencia.

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