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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Díganselo a ella

Batasuna admite que ETA es ya un obstáculo a sus fines, pero no saca las conclusiones

En el texto presentado ayer en Pamplona por varios miembros conocidos de la ilegalizada Batasuna se dice (con otras palabras) que ETA, la violencia terrorista, es ahora un obstáculo para la realización del proyecto independentista. Eso hasta ahora lo decían los partidos independentistas pacíficos, como Aralar o EA, y también el sindicato ELA; pero no lo había dicho nunca el brazo político de ETA.

Durante los últimos meses, los portavoces de ese mundo han ido acercándose poco a poco (sólo "medios políticos", adhesión a los "principios Mitchell", proceso "sin violencia ni injerencias", etcétera) a esa conclusión, pero sin llegar a pronunciarla y, mucho menos, a exigir a ETA que desaparezca. Incluso ahora lo evitan. Quizás lo desean, pero se abstienen de decirlo. Seguramente porque su programa político sigue girando en torno a la idea de negociación política. El texto habla del esquema de Anoeta: negociación entre partidos por un lado, para cambiar el marco político; y del Gobierno con ETA, por otro. Pero ya se vio en 2006 que eso significaba condicionar el fin de ETA a las contrapartidas políticas; o sea, a la aceptación de lo esencial de su programa: autodeterminación y Navarra.

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En realidad hace años que sectores de Batasuna desean el fin de ETA, pero a cambio de algo. Todo parece indicar que esto está cambiando: que está saliendo a la luz un conflicto latente entre la banda y su brazo político. Que para que exista Batasuna y pueda competir en las elecciones, ETA debe desaparecer. Ese conflicto no se puede resolver desde fuera: a Otegi y compañía, que durante años han hecho política con el respaldo de las armas de ETA, corresponde conseguir su retirada.

Lo de menos es la retórtica triunfalista con que lo adornen, como cuando dicen en su papel que hoy es posible la vía política gracias a la lucha (armada) de ayer: lo que cuenta es que sepan que no serán legales ni podrán participar en las elecciones mientras subsista la amenaza de ETA: mientras exista una banda que considera su derecho a matar a ex concejales como Isaías Carrasco o empresarios como Uría.

Los mediadores reclutados por Batasuna pedían a fines de marzo receptividad del Gobierno a los gestos de la izquierda abertzale. Sin embargo, la experiencia indica que ceder en temas como la participación electoral sólo sirve para interrumpir el paulatino acercamiento de ese mundo al mínimo exigible.

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