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Columna
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Para jubilarse, México

Sin hacer mucho ruido, México está por proponer a Washington medidas que espera le ayuden a convertirse en un lugar de retiro para millones de estadounidenses, que podrían derivar en el acuerdo más ambicioso entre los dos países desde el Tratado de Libre Comercio de América del Norte de 1994. Es probable que el presidente mexicano, Felipe Calderón, proponga las primeras medidas para expandir los beneficios médicos y el turismo médico de los estadounidenses en México cuando viaje a Washington en una visita oficial el 19 de mayo. Si Calderón no lo hace en esta ocasión, lo hará en los próximos meses, afirman funcionarios mexicanos. "Es uno de los pilares de una concepción mucho más holística de cómo detonamos el bienestar económico y social en ambos países", me dijo Arturo Sarukhan, el embajador de México en Washington. "Vamos a tratar de discutir este tema cada vez más en los próximos meses y años".

El país aspira a convertirse en lugar de retiro para millones de estadounidenses

Hasta ahora, México no había oficializado el proyecto para no entorpecer los esfuerzos de Obama para que el Congreso de Estados Unidos aprobara su reforma del sistema de salud. Pero ahora que la reforma ha sido aprobada, Calderón estaría listo para hacerlo. Ya hay alrededor de un millón de estadounidenses viviendo en México. Y de acuerdo con estimaciones del Gobierno mexicano, basados en cifras de la Oficina del Censo de EE UU, es probable que el número de estadounidenses en México aumente a cinco millones para el 2025. La Oficina del Censo calcula que el número de jubilados en EE UU aumentará desde los actuales 40 millones a 90 millones en el 2050. Unos cinco millones de jubilados estadounidenses ya viven en el extranjero, de los cuales 1,5 millones están en Latinoamérica, especialmente en México, República Dominicana y Brasil.

El secreto para atraer a más jubilados y turistas de salud de EE UU será lograr que los hospitales de México y el resto de Latinoamérica sean certificados por la Comisión Internacional Conjunta (CIC) de EE UU. Ya hay ocho hospitales mexicanos certificados por la CIC, y varios más que esperan la aprobación. Además del sol, y de un coste de vida más barato, México ofrece servicios de salud que son de media un 70% más baratos que en EE UU, según estimaciones del Gobierno mexicano. Y por mi propia experiencia, esa estimación no es exagerada: cuando me tocó estar hospitalizado en México hace dos años, mi cuenta del hospital fue alrededor del 70% más barata de lo que hubiera sido en Miami.

Lo más probable es que cuando Calderón se encuentre con Obama en Washington, le proponga empezar con un acuerdo de bajo perfil que permita que la Administración Financiera del Sistema de Salud de EE UU pague los beneficios de Medicare -el seguro de salud para los jubilados- a los estadounidenses retirados en México. Según las reglas actuales, Medicare sólo cubre servicios médicos en EE UU. Mi opinión: México, y una buena parte del resto de Latinoamérica, se convertirán cada vez más en un destino favorito para el turismo de jubilados y de salud de los estadounidenses, de manera similar a la que España se ha convertido en un lugar de residencia permanente para muchos alemanes, británicos y europeos del Norte.

Por ahora, seguramente no leeremos muchas noticias al respecto, porque lo más probable es que ni Calderón ni Obama querrán hablar mucho del tema mientras la violencia del narcotráfico en México siga siendo una noticia de primera plana, y mientras sigan abiertas en Washington las heridas políticas causadas por el reciente debate de la reforma de salud de EE UU. Sin embargo, estoy cada vez más convencido de que, a medida que la actual ola de violencia en México disminuya y el debate por la reforma del sistema de salud se convierta en un recuerdo lejano, los acuerdos internacionales de seguros médicos se convertirán en un tema prioritario de la agenda de EE UU y Latinoamérica. Así como los acuerdos de libre comercio fueron una prioridad en la década de los noventa, estos acuerdos serán una prioridad en esta década que comienza.

No me sorprendería que Calderón y Obama dieran el primer paso hacia la concreción de un acuerdo de salud encontrando una manera de extender los beneficios de Medicare a los estadounidenses en México. Después, probablemente tras las elecciones presidenciales del 2012 en ambos países, las dos naciones podrían negociar un acuerdo más ambicioso.

Las tendencias demográficas, la geografía y la economía apuntan en esa dirección. Con el envejecimiento de la población estadounidense, el gigantesco déficit presupuestario de Washington, los crecientes costos de los servicios médicos en EE UU, y la necesidad de México y otros países latinoamericanos de aumentar el turismo y las inversiones, estos acuerdos serían beneficiosos para todas las partes involucradas.

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