A una cima de la meta
Edurne Pasaban holla el Annapurna, su decimotercer 'ochomil', y enfila un peligroso descenso
Edurne Pasaban alcanzó ayer a las 10.30 (hora peninsular española) la cima del Annapurna (8.091 metros), su decimotercer ochomil, a uno de completar la cuenta de las 14 cumbres más altas. Ahora le falta la meta. Y la meta no está en la carrera por ser la primera mujer que consigue ese objetivo (le resta el Sisha Pangma, de 8.027 metros), que le disputa la surcorena Ehun-Sun Oh, que también encara la montaña sagrada, la que le queda.
La meta de Edurne y de todo alpinista está abajo, en el campo base, a sabiendas de que los descensos son a veces más peligrosos que las ascensiones. En busca de ese objetivo, durmieron ayer en el campo 4 (7.200 metros) tras renunciar al intento de dormir en el campo 3.
A la guipuzcoana le falta el Sisha Pangma; a la surcoreana Oh, 'la montaña sagrada'
Asier Izaguirre fue el primer miembro de la expedición en hollar la cumbre y unos minutos después llegó el resto: Edurne, Alex Txikon, Nacho Orviz y los sherpas Mingma, Pasang y Gempu, que les acompañan en la aventura. También hizo cima, junto a ellos, João García, convirtiéndose en el primer portugués que colecciona los 14 ochomiles.
La ascensión de Edurne y su equipo ha sido imponente, realizada en muy poco tiempo, aunque ellos consideran que tardaron más de lo previsto, y complicada además por el poco margen de aclimatación del que han dispuesto. "Les han ayudado dos cosas: una, que son gente que se aclimata muy bien a la altura, y otra, la falta de viento", comenta un experto alpinista, "pero la expedición ha sido un éxito total por el modo en que se ha producido".
Lo cierto es que Edurne y sus compañeros de Al filo de lo imposible habían consultado con un meteorólogo, que les indicó que este era un buen momento para intentar la cima por el decaimiento del viento. Y se fueron hacia arriba, "hollando las tres cumbres para evitar suspicacias", revelan en la página web de la escaladora guipuzcoana. Las tres cumbres son, en realidad, las tres jorobas que forman la cima del Annapurna, sobre las que persisten algunos mitos y creencias. Juanito Oiarzabal, el primer español en lograr los 14 ochomiles, se quedó a un metro de una de ellas porque, al parecer, un rito recomendaba no pisarla al tratarse de la montaña sagrada. Se quedó a un metro, respetando la tradición, y se hizo la foto tradicional en la más alta de las tres.
Para alcanzar la cima del Annapurna, la montaña más temida por la mayoría de los alpinistas, la expedición de Edurne tuvo que equipar un serac (muro de hielo), lo que les obligó a utilizar prácticamente toda la cuerda que llevaban. Cuando alcanzaron el objetivo, apenas les quedaba un metro. Los serac son precisamente el principal problema en el descenso, especialmente en el Paso del Embudo, entre el campo 3 y el 2, rodeado de esos muros de hielo, que se convierten, más que en dificultades objetivas, en amenazas permanentes de aludes. Allí todo el mundo siente miedo.
Edurne Pasaban completó una escalada de éxito que le acerca a una cita con la historia, amenazada por la surcoreana miss Oh, que también se encuentra en el Annapurna para emprender su último ochomil y ser ella la primera mujer que holla todos los gigantes del planeta. Ambas coincidieron en el campo base rompiendo la imagen de una carrera descarnada, en la que, sin embargo, no se oculta la ambición personal por conseguirlo.
La experiencia de Oh (ya subía ochomiles cuando Edurne se preparaba en los triatlones), una escaladora en roca muy acreditada, cuenta además con medios adecuados porque el montañismo en Corea del Sur es el deporte rey. Su acceso a la cumbre será transmitido en directo por la televisión de su país. Sin embargo, no ha hecho nada que el resto no haya utilizado en circunstancias de adversidad. Le resta el Annapurna, al que ya encara para acabar su rápida carrera (subió tres ochomiles en un año).
Por detrás, otras dos mujeres buscan también su objetivo: la austriaca Gerlinde Kaltenbrunner (con 12), que se encuentra en el Himalaya para atacar las dos cimas más altas: el Everest (8.848 metros) y el K-2 (8.611 metros). La italiana Nives Meroi tiene 10 cumbres holladas, lejos del objetivo competitivo tras la enfermedad de su compañero sentimental. En esta carrera, virtual o real, no pudo acabar la surcoreana más acreditada, Go-Min Sunm que falleció en 2009 al descender el Nanga Parmat.
Mientras todo eso ocurre, Edurne regresa al campo base, el único no escarpado de los 14 gigantes. Con cuidado y con las ganas de recuperar el esfuerzo desplegado para acometer el Sisha Pangma, quizás liberada de la competencia con la surcoreana, quizás animada por apurar el último intento. Tiene dos opciones: tomárselo con calma y estudiar muy bien el último ascenso o hacer un último intento desesperado de aventajar a su rival surcoreana.
La montaña dicta sus sentencias: la meteorología, las circunstancias a veces deciden las situaciones. "Hasta que bajas, no has ganado" dice otro alpinista, "y miss Oh todavía no ha empezado a subir. Tiene todo a favor, pero hay que llegar".
Edurne ya ha llegado a su penúltima estación tras un improvisado cambio de planes, obligada por el Gobierno chino que le impidió subir el Sisha Pangma en la fecha prevista, por lo que tuvo que invertir el orden de los factores que aquí sí pueden alterar el producto. No ha ocurrido y la ascensión ha sido modélica.
Espera el Sisha Pangma, que ha echado hacia atrás a Edurne en cuatro ocasiones. "De momento, hemos vencido al mastodonte del Annapurna", dice el médico de la expedición, Pablo Díaz-Munió.
Queda llegar al campo base. El del Annapurna se asemeja a uno de futbol, instalado en una planicie donde la expedición de Edurne jugó al voleibol y tomó té con Oh hace unas semanas. Hace 11 años, Oyarzabal, que coincidió con otra expedición surcoreana, jugó al golf gracias a que uno de sus miembros tenía dos palos, con los que empujaban una pelota hecha con piedra envuelta en cello. Esa es la meta final, antes de encarar el Shisha Pangma.
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