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Los hijos piden para un parricida años de cárcel y de destierro

El padre acabó con la vida de su mujer tras 47 años casados en Baños de Ebro

Kalean uso, etxean otso (palomo en la calle, lobo en casa) dice el refrán y parece ser que ese era el caso de Cristóbal Martínez Ortiz, vecino de Baños de Ebro (Álava), de 73 años, que acabó con la vida de su mujer, Estíbaliz Angulo, de la misma edad, en el último acto de 47 años de matrimonio marcados por los celos. El juicio por aquella muerte comenzó ayer en la Audiencia de Vitoria y quedará visto para sentencia hoy.

Cristóbal Martínez se enfrenta a una petición de la Fiscalía de 15 años por homicidio y dos por maltrato continuado, mientras que la acusación particular, representada por los hijos, solicitaba 20 años por el delito de asesinato, tres por el de maltrato, 30 años de destierro, después de salir de la cárcel, además de 150.000 euros de indemnización para cada uno, y que el fiscal había establecido en 16.000.

"Si yo la acuchillé, no era yo. Cuando me dí cuenta, me quise matar"

Por su parte, la asociación Clara Campoamor, que acude como acusación popular, mantiene la consideración de que fue un delito de asesinato, lo mismo que el abogado del Estado. En cambio, la defensa estima que Cristóbal Martínez considera que mantuvo una buena relación de convivencia con Estíbaliz y que nunca había agredido a su esposa. Reconoce el delito de homicidio, pero con la eximente de trastorno de personalidad, por lo que la defensa solicita una pena de tres años.

Pero la petición de condena de las dos hijas y el hijo de Cristóbal Martínez sirvió ayer para desmontar uno de los argumentos que en la mañana del 15 de agosto de 2008 recorrieron Baños de Ebro, que el parricida era una buena persona. Aquel día, cuando se conoció que Estíbaliz Angulo había aparecido degollada y cosida a cuchilladas, la conmoción invadió esta localidad de la Rioja Alavesa. Nadie se lo explicaba. Pero lo cierto es, tal y como recogía el relato provisional de los hechos, que la vida de Estíbaliz había sido un infierno debido a los celos de su marido.

Ayer, Cristóbal, a preguntas de la fiscal, quiso negar las coacciones y la negativa a mantener trato con vecinos y familiares a las que sometía a su esposa. Pero poco a poco, fue cayendo en contradicciones. A pesar de sus lamentos, reconoció que habían acudido al psiquiatra, a terapias psicológicas, que los hijos y hasta el médico de cabecera habían intervenido para mediar en sus conflictos, que tenía que tomar tranquilizantes para calmar los ataques de celos extremos que sufría hasta alcanzar el delirio paranoide.

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Los testimonios de vecinos y familiares ahondaron ayer en esta versión en la que se veía a un Cristóbal afable de puertas afuera de su casa, mientras que en el domicilio conyugal mantenía tiranizada a su esposa. Los celos le sobrevenían cuando llegaba a Baños de Ebro la hermana de Estíbaliz y su marido. Cristóbal reconoció ayer que tomaba los tranquilizantes en estos momentos, pero aquellos días de agosto no había hecho uso de ellos. Una mala respuesta de su mujer la víspera, cuando acudió a casa después de estar con su hermana ("me lo he pasado mejor que contigo", le dijo Estíbaliz) desencadenó horas después la tragedia. Ayer, el imputado reconoció los hechos. "Si yo le acuchillé no era yo. Cuando me dí cuenta me quise matar, me buscaba el corazón, pero Dios no quiso mi muerte", confesó ayer, entre sollozos.

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