Como tú y como yo
"¿De qué temple están hechos los corruptos?", se preguntaba Rosa Montero hace un par de días en la contraportada de EL PAÍS. Creo que puedo contestarle: de un temple muy parecido al resto de los mortales, tanto que, a veces, hasta nos parecen buenas personas. Y por eso pasamos por alto sus desmanes. Están hechos del mismo material que ese "amigo" nuestro que negocia en la economía sumergida y que no declara ni un céntimo a Hacienda, mientras su mujer, maestra y funcionaria, cobra del erario público, sin ningún tipo de escrúpulo. O de pasta parecida al que, para ahorrarse unos euros, pide una "factura sin IVA". O del que... Tal vez porque parecen buenas personas somos complacientes, y a veces les reímos las gracias.
No nos quepa duda: ese "amigo" nuestro dejará de serlo rápidamente cuando su interés se lo aconseje, y si puede nos robará hasta la cartera. Y entonces no le reiremos más las gracias, pero ya es demasiado tarde.
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