Einstein o la teoría de Guardiola

En realidad, en lo que cree Pep Guardiola es en la teoría de la relatividad. Como es un tipo muy serio, ha disfrazado su sentido común con la ironía o con el silencio. Él sabe que por la boca muere el pez, y se ha acostumbrado a tenerla en su sitio. Es parco, pero no es de pocas palabras. Se ha acostumbrado tanto al acoso periodístico que ya da titulares de tres palabras, algunas de ellas tacos. Es insólito en Guardiola, pero ya se ríe. No se ríe de su sombra, todavía, pero poco le falta. Luis Alegre, su gran amigo zaragozano, le pidió un día a Manuel Vicent que le dedicara a Pep su Son de mar, y el novelista le puso al jugador, que entonces (1998) seguía en activo: "Para Pep Guardiola, que con un pase resume cinco jugadas". Así hacía Einstein: con una ecuación resumió el mundo, y con una expresión simplificada ("todo es relativo") empujó al universo a creer sólo en las cosas fundamentales. Guardiola tiene, en su diccionario, pocas palabras pero algunas no se le despegan, son como su criterio.
Pep aplicó a su vida lo que le dedicó Manuel Vicent; con un pase resume cinco jugadas
Una palabra define su modo de hacer el equipo: armonía, a base de autoridad
La primera, Santpedor, que es el nombre que identifica a sus padres, el origen de su sensatez. Recogepelotas y Masía lo identifican con la irresistible ascensión de una vocación que tuvo los mismos colores que su destino, el blaugrana. Pero como el diccionario no estaría completo sin las palabras del disgusto, digamos que su teoría de la relatividad alcanzó su punto culminante cuando le dijo a los que estaban cerca y le querían: "Estos que me aplauden hoy me echarán mañana". Pasó así; como lee poesía es clarividente: le echaron, o le empujaron. Lanzaron contra él todo tipo de rumores, para desestabilizar su autoridad.
Aprendió del lance, y en su diccionario entró la palabra melancolía como un ventarrón de cola, y se fue. Eso que dice Vicent ("con un pase resume cinco jugadas") lo aplicó a la vida: su marcha valía por mil palabras. Y volvió; su regreso fue a trompicones, pero él lo quiso así, para darle sustancia a una palabra que ahora define su modo de hacer el equipo: armonía, a base de autoridad. Que esas dos palabras jueguen juntas es un milagro raro en un equipo de fútbol, donde los egos saltan como huevos en una sartén.
Él ha empujado al equipo hacia arriba y hacia los lados, pero no ha dejado que se despeine su propio ego. Por eso calla, o bromea, o lanza algunas invectivas (contra los árbitros, contra los periodistas que meten cizaña): su objetivo es que la gente se fije en el equipo y le dejen a él tranquilo. Su padre dijo en la tele: "Es un enfermo del fútbol, pero nosotros no le decimos nada". Él es como el padre: dice las cosas como si no las estuviera diciendo, y a estas alturas de la vida de sus frases cortas se podría hacer una enciclopedia de la cordura.
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