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Columna
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Tenientes

Al parecer, hay movimiento en el escalafón partidario de la calle de Nicaragua. Según informaron los medios inmediatamente antes de la pausa pascual, el primer secretario del PSC, José Montilla, ha decidido comenzar el calentamiento de motores de cara a los comicios de otoño ordenando a diversos cuadros hasta ahora fundamentales del partido -lo más granado entre aquellos que la prensa bautizó antaño como capitanes- dar un paso atrás, y ha dispuesto el ascenso de una serie de figuras más jóvenes a las que, por usar la misma terminología, podríamos llamar los tenientes. El nuevo director del comité de campaña, Jaume Collboni, sería en este sentido el número uno de la promoción recién graduada.

Nada hace pensar que José Zaragoza y Miquel Iceta hayan caído en desgracia o vayan a perder autoridad real

De todos modos, la brillantez de la ceremonia de entrega de despachos -léase la presentación del flamante equipo electoral, el pasado día 29- no debería deslumbrarnos ni confundirnos. Nada hace pensar seriamente que ni José Zaragoza -secretario de organización del PSC- ni Miquel Iceta -viceprimer secretario del partido- hayan caído en desgracia o vayan a perder autoridad real sobre una estructura política y humana que, en su forma actual, es en gran medida hija suya. Todo lo más, perderán algo de visibilidad, dentro de una operación cosmética dictada por las circunstancias y los augurios demoscópicos.

Eso no quiere decir, desde luego, que la entrada en escena de los jóvenes oficiales encabezados por Collboni sea irrelevante, ni que carezca de significado el paralelo eclipse de los curtidos coroneles que ya sirvieron a las órdenes de Pasqual Maragall (su hermano Ernest, Antoni Castells, Joaquim Nadal, Montserrat Tura...), ahora barridos del comité de campaña. Y es ahí, en este cambio de guardia y de generación, donde al observador se le plantean algunos interrogantes.

Entre los dirigentes que salen del sanedrín electoral del PSC, o que pierden posiciones dentro de él, los hay que son catalanistas (Maragall, Castells, Nadal...) y otros que lo son menos (Corbacho, De Madre, Zaragoza...). Pero de todos ellos se sabe lo que piensan: sobre el grado de autogobierno deseable para Cataluña, sobre la incardinación entre el PSC y el PSOE, sobre la inmigración...; hasta, en algunos casos, sobre ciertos temas candentes del escenario internacional. Los más veteranos incluso tuvieron una vida laboral o profesional al margen de la política, en contacto con el mundo real, ya fuese detrás del mostrador de una tienda o en un aula universitaria.

Y bien, ¿qué piensan los tenientes recién graduados, los hombres y las mujeres de la promoción de Collboni? No, no es que yo dude -muy al contrario- de sus capacidades intelectuales; es sólo que no les he oído hasta la fecha un discurso propio, unas ideas, unas tesis que no sean las estrictamente oficiales del partido, ni siquiera en los casos de las jóvenes alcaldesas que, en Salt o en Santa Coloma, ya han tenido que afrontar situaciones bien serias. Ello resulta comprensible, si repasamos sus biografías: cuadros apenas veinteañeros de las Joventuts Socialistes, o de alguna asociación estudiantil afín, pasaron sin solución de continuidad a militar en el PSC, se convirtieron en "liberados" de éste o de la UGT, se incorporaron a las listas municipales o parlamentarias y, al primer o al segundo intento, alcanzaron la concejalía, o la alcaldía, o el escaño. No es, ciertamente, el trayecto ideal para estimular el criterio propio ni el espíritu crítico, sino más bien para seguir a pies juntillas la vieja pero vigente máxima de Alfonso Guerra: "El que se mueve, no sale en la foto".

El problema de la endogamia y de la retroalimentación de nuestra clase política no es privativo del PSC, aunque se agudiza en éste por el inmenso poder institucional que acumula desde hace más de tres décadas. Y también contribuye a la desafección. Ya que no podemos tener listas abiertas, a los electores nos gustaría al menos hallar en los partidos y en las candidaturas mentes abiertas, discursos alejados de la pura consigna, personas que no piensen con el carnet.

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