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Columna
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Antidemócratas

Tengo miedo por el juez Pedreira. Porque los corruptos de Gürtel pueden ser una panda de zafios, prepotentes, endiosados y chulos con jetas de picadores de toros (dicho sea sin ningún respeto para los picadores de toros, profesión que aborrezco), pero el alma del Partido Popular que les cobija y echa balones fuera es tortuosa, astuta y ladina, escrito sea en el sentido más peyorativo de los términos, que diría la inmarcesible señora Díez. El silencio del señor Rajoy no es el de los corderos. Es el de los lobos que sólo asoman la patita por debajo de la puerta después de habérsela untado bien en harina.

No soy dada a las teorías conspiratorias, pero no me cabe la menor vacilación: hay una trama contra la Justicia, para desmontar uno a uno los casos que fastidian a la derecha y, de paso, hacerse por completo con el control de una institución a la que nunca dejaron de pertenecer algunos de los más férreos defensores del antiguo régimen (antes de 1975) y de sus actuales representantes en la tierra. La campaña no empezó con las denuncias de los falangistas y compañía contra Garzón. Se inició antes, recuerden. El monstruo antidemocrático asomó la cabeza cuando, al poco de hacerse público el caso Gürtel, el ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, se vio obligado a dimitir por las presiones de un PP que le acusaba de confabulación con Baltasar Garzón por haber ido a cazar con él.

Menuda viga en el ojo, la de esta gente. Pero sepamos que andan buscando pajas en el entramado de la Justicia, y que lo hacen para apoderarse del todo con el mando. Un ansia de mando de la que nunca se desprendieron, el mando para someter, el mando para utilizar la democracia, no para servirla.

Lo dijo muy clarito don Santiago Carrillo en su entrevista a este periódico. Que si siguen así no merecen ni ser oposición.

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