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Columna
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Ropa sucia

David Trueba

La Secretaría de Estado norteamericana difundió ayer un posado para todas las televisiones presidido por Hillary Clinton. En él anunciaba que su ejército nunca repelería con un ataque nuclear las hostilidades de un país que careciera de armas nucleares o hubiera firmado el tratado de no proliferación. Un resumen algo cínico podría afirmar que el Departamento de Defensa declaró que no mataría moscas a cañonazos. Estos pequeños gestos tratan de devolver la autoestima perdida a las democracias occidentales. Llevamos demasiado tiempo agachando la cabeza y sintiendo que nuestros valores no son valiosos ni defendibles. Un error de apreciación tremendo si uno mira alrededor. Puede que algunos de nuestros más altos representantes ejercieran de rastreros aprovechados, torturadores internacionales y dementes iluminados, pero esa culpa sólo se limpia impidiendo que vuelva a suceder.

La democracia se fortalece con más democracia. Es igual que la corrupción política, lo deprimente no es enterarte de tramas alambicadas, sino no llegar a enterarte nunca.

La decisión norteamericana refuerza el pulso con Irán, culebrón donde están en juego demasiadas cosas importantes como para dejarlo en manos del silencio y las buenas intenciones. Precisamente esta semana algunos de los familiares del cineasta iraní Jafar Panahi han sido puestos en libertad, pero no así él. Sigue en prisión acusado de tener intenciones de rodar una película sobre las protestas tras las elecciones fraudulentas. Panahi es autor de El círculo, una densa recreación del día de una mujer enfrentada a la falta de libertad personal, y Fuera de juego, una comedia amable y desoladora sobre la prohibición de las mujeres para asistir al fútbol. Es decir, Panahi tiene todos los atributos de la mosca cojonera. Pero mantenerlo en la cárcel es tan disparatado como si a Michael Moore lo encerraran en Alcatraz. La expresión cinematográfica de los defectos de tu propio país es un derecho que perturba a mucha gente, que acusa a quien practica tan sano ejercicio de antipatriota. Ya en tiempos del neorrealismo italiano, el sinuoso político Andreotti afeó a Vittorio De Sica que rodara Ladrón de bicicletas con la repugnante excusa de que "la ropa sucia se lava en casa". Su verdadera aspiración es que no se lave.

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