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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Triunfa la antipolítica

El único claro vencedor de las regionales en Italia es el federalista y xenófobo Umberto Bossi

Los dos grandes partidos italianos, la derecha del Pueblo de la Libertad y la izquierda del Partido Democrático, han retrocedido fuertemente en votos populares en las elecciones regionales del domingo. Pero gracias, sobre todo, al auténtico gran vencedor, la xenófoba Liga Norte de Umberto Bossi, el presidente del Consejo, Silvio Berlusconi, ha visto cómo mejoraba la situación del centro-derecha en el mapa electoral italiano.

Italia ha votado un poco hastiada, con un 63% de los 41 millones convocados en 13 regiones sobre las 20 existentes, y una caída de ocho puntos en relación a los comicios regionales de 2005. La pura aritmética diría que el centro izquierda había ganado porque domina en siete regiones por seis de sus rivales, pero tenía 11 y los conservadores pasan de dos a seis. Escrutando los resultados lo que se deduce, en realidad, es un estancamiento generalizado, salvo en el caso de la Liga, que es, sin embargo, una incómoda aliada del jefe de Gobierno.

El Pueblo de la Libertad -Berlusconi- obtenía el 26% de sufragios, 10 puntos por debajo de lo que sacó en las legislativas de 2008, y el Partido Democrático, con casi 26%, caía seis. La Liga, en cambio, con un 12,8%, batía su marca superándose a sí misma en tres puntos, y ganaba en Véneto y particularmente en Piamonte, región industrial, de tradición izquierdista y supuestamente impermeable al localismo de un Bossi que, olvidados sus delirios filo-separatistas, se centra en implantar un federalismo fiscal asimétrico, en el que las regiones más ricas lleven menor carga redistributiva.

El líder federalista, que ha calificado su éxito de tsunami, es una espina que tiene clavada Berlusconi, porque el líder derechista ha de gobernar para toda Italia, donde el mezzogiorno sigue siendo furgón de cola. Pero la sucesión de escándalos que han florecido en los últimos tiempos en torno a su persona -la ruidosa separación de su esposa Veronica Lario y sus fiestas privadas para invitados públicos y jovencitas con tarifa-, le han pasado mucha menos factura de lo que se auguraba en pleno desiderátum.

El balance es un país fatigado, descreído de la política, que prefiere a quienes juegan a la antipolítica, como la propia Liga o Berlusconi, ante el extravío del centro izquierda. Es un repliegue de Italia sobre sí, no tan diferente de lo que ocurre en otros países de su entorno.

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