Monseñor Antonio Peteiro, arzobispo emérito de Tánger
Apostó durante 22 años por el diálogo con los musulmanes y con Marruecos
Desempeñar un cargo eclesiástico no es fácil para un católico en tierras musulmanas como las de Marruecos. Si a ese inconveniente se añade la tensión entre el país de acogida y el de origen del prelado la tarea es aún más ardua.
Monseñor Antonio Peteiro pasó por todos esos trances durante los 22 años que ejerció como arzobispo de Tánger hasta que en 2005 la enfermedad, el alzhéimer, le obligó a dejar el cargo. Peteiro falleció el 25 de marzo, a los 73 años, en Noya (A Coruña) y fue enterrado en Vilasantar.
A los 18 años vistió el hábito de franciscano y estudió teología en la Universidad Pontificia de Salamanca. Ordenado sacerdote en 1962 se doctoró en Lyon (Francia) cinco años después.
Empezó entonces a escribir sobre teología (Pecado y hombre actual, Estella, 1973) aunque acabó reflexionando sobre sus vivencias en Tánger (El diálogo islamo-cristiano veinte años después de Vaticano II). Fue incluso, durante unos años, periodista en la revista Verdad y Vida.
A mediados de los cincuenta, coincidiendo con la independencia de Marruecos, el papa Pío XII elevó los vicariatos apostólicos de Rabat y Tánger a sedes arzobispales, dependientes del Vaticano. Desde entonces, el número de católicos en la diócesis tangerina ha caído en picado, por debajo de los 2.500, y seguirá disminuyendo. A los cristianos les está además prohibido hacer proselitismo.
Peteiro se esforzó en tender puentes evitando "quebrantar la fe musulmana", un delito penal en Marruecos. "Nuestra obligación", repetía, "es buscar el diálogo con los musulmanes sin pretender que una religión posee la verdad total. No podemos encasillar a Dios en una religión determinada".
A la dificultad intrínseca del destino tangerino se añadió para Peteiro, en 2001 y 2002, la crisis entre España y Marruecos. El arzobispo la explicaba a su manera: "El mayor problema es el desconocimiento recíproco", declaraba a EL PAÍS a finales de 2001. "Aunque en el fondo nos parecemos mucho los unos a los otros, estamos llenos de prejuicios".
Ante las trabas para ahondar la relación con los musulmanes en Marruecos, Peteiro apostaba por hacerlo con sus emigrantes en España. Añadió a la labor social de la Iglesia en Tánger cursillos para sacerdotes españoles que trabajan con la inmigración.
Se lamentaba de que la Iglesia española "no se haya tomado en serio la presencia, cada vez más fuerte, de los musulmanes, su acogida e integración". El objetivo debía ser, en un primer momento, emanciparles de la tutela de las monarquías del Golfo y de sus países de origen.
Al final, a su manera, Peteiro pedía subrepticiamente que los países musulmanes aceptasen la libertad religiosa. "Sin ella no es posible la paz", recalcaba.
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