_
_
_
_
AL CIERRE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La glosolalia

He estado releyendo las floridas glosolalias que escribía, al final de su turbulenta vida, el poeta Antonin Artaud. La glosolalia, como usted bien sabrá, es el don de las lenguas; no el que tendría el políglota, que habla muchas, sino el que habla la suya, una lengua propia de su invención, que puede tener palabras de otras lenguas existentes, pero siempre contextualizadas dentro de esa lengua inventada, que le da otro significado, o ninguno. Artaud escribió esta obrita glosolálica, que es parte de su libro Le mômo: "Narch mendi, a diporcht inemptle, u dinemptle, corch u menti, entorch, march mendi, u ti norcht inemptl, a tinemptl, orkh menenti, orch toch". Este poema glosolálico no dice aparentemente nada, pero para el poeta Artaud, que cuando lo escribió acababa de ser dado de alta del manicomio de Rodez, tenía un significado puntual. A pesar de sus largas estancias en varios manicomios franceses, el poeta Artud tenía una lucidez que la mayoria de la gente mentalmente saludable no posee. En fin, a mí siempre me ha parecido que dentro de los poemas glosolálicos de Artaud hay, como diría el poeta Jaime Gil de Biedma, "un arma escondida". Un arma misteriosa que no es tan fácil de decodificar como esta otra que escribió, en su asombroso palindromario, Dario Lancini: "Oirás la fatal plata, falsario", una línea cuya arma escondida es que puede leerse igual de derecha a izquierda que de izquierda a derecha, como esta otra: "Abanico con amoniaco, cocainómano cocinaba". Pero regresemos a los poemas glosolálicos de Artaud, que son más misteriosos: "Gerebi rerebi, gegehna, regehgehna, e ghebi, riri". Hay una pista en la infancia de Antonin que arroja luz sobre su gusto por la glosolalia descontando, desde luego, manicomios y electrochoques; Artaud nació en Marsella, en una casa donde se hablaba francés con el padre, griego con la madre e italiano con la institutriz. Los poemas glosolálicos cobran sentido a fuerza de repetirlos, a medida que se dicen va aflorando el arma escondida: son hermosas aves fonéticas, mariposas sonoras bellísimas, tucanes de extravagante voz; ¿hace falta más significado?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_