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Asesinato de ETA en Francia

Un viejo policía patrullero

Antonio Jiménez Barca

El brigadier jefe (cabo primero) Jean-Serge Nérin tenía 53 años, cuatro hijos, una taza fetiche para tomar café que a veces prestaba a los novatos y una irreductible vocación de policía patrullero. Entró a trabajar en la comisaría de Dammarie-les-Lys en 1979. Desde entonces se le ha visto siempre en la calle. Ayer, en torno a las seis de la tarde, cuando sus compañeros se concentraron en torno a la comisaría para decirle adiós en silencio, un grupo de vecinos se arremolinó detrás de la carretera, mirando sin participar, también en silencio. Casi todos conocían a Nérin, se lo habían cruzado alguna vez en la ciudad. "Estaba pendiente de los otros. Lo sé porque un amigo mío tuvo un problema, acudió a él y se lo arregló. Eso es ser bueno en su trabajo", comentó Claude Liebe, de 63 años. Un compañero suyo lo definió con una frase muy de policía: "Era alguien ahí dentro, en la comisaría".

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Ya pertenecía a los veteranos del grupo, y por carácter, según explicaban muchos de esos novatos ayer, tendía a adoctrinar a los recién llegados, a apadrinarles, a enseñarles los trucos. Más de uno de esos novatos (en realidad hombres enteros como trinquetes) lloraba ayer en solitario y sin decir palabra.

Nérin había nacido en las Antillas francesas y se iba a jubilar, según explicaba, en siete años. Fue condecorado con la Medalla de Honor de la Policía a los 20 años de servicio. Ayer, su familia presenció dentro de la comisaría el homenaje silencioso que le brindaron 300 compañeros llegados a Dammarie-les-Lys de todas las comisarías de provincia.

Algunos colocaron ramos de flores en la entrada de la comisaría. Llegaron y se plantaron y permanecieron mudos: protestaban por la muerte de un compañero muy querido, pero también por reivindicaciones laborales y de seguridad, para quejarse de los medios de que disponen, para dejar claro que se sienten algo desprotegidos frente a los cada vez más numerosos ataques y a los asaltos. No hubo gritos contra ETA ni nadie enarboló ninguna bandera. Tan sólo se vio la de la comisaría, plantada en medio del patio, tremolando a media asta.

Cécile Lacouture, policía del sindicato Alianza Policía Nacional, resumió la situación en unas pocas frases: "Entiendo que para los españoles esto sea muy importante, por lo de ETA. Pero a nosotros nos da igual que lo haya matado ETA o unos ladrones vulgares: lo que importa es un policía muerto".

Otro compañero, que no quiso dar el nombre, lo explicó a su manera: "Es verdad que es el primer policía que muere en Francia a manos de ETA. Pero también es el segundo policía que muere este mes en esta provincia a manos de unos ladrones. Por eso estamos aquí".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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