Yak-42: sólo quiero justicia
Han transcurrido casi siete años desde la desaparición de mi marido en el accidente del Yak-42. Estos años han sido terribles para nosotros, su familia.
La justicia nos dio la espalda, pero con la fuerza de la verdad y la lucha de algunos de nosotros conseguimos abrir las puertas que se nos cerraron. Mi marido se merecía que se hiciera justicia y que los responsables de su muerte, sus superiores, ésos que cometieron tantas negligencias y que hicieron caso omiso de sus quejas, acabaran algún día en el banquillo de los acusados.
El sufrimiento ha sido tremendo. La duda sobre su identidad la tuve desde el funeral de Torrejón, igual que la mayoría de los familiares, y continuó hasta que conseguimos realizarnos las pruebas de ADN, 16 meses después.
Esto prolongó el duelo, aumentó el dolor, que, en mi caso, se acrecentó al comprobar que mi marido fue traicionado por sus propios compañeros de Sanidad, esos médicos a los que él conocía personalmente y que no cumplieron con su deber, esos que no identificaron erróneamente (no equivoquemos los términos) a los militares, sino que colocaron los cuerpos al azar, firmaron documentos falsos y mintieron a las familias sin importarles el daño que pudieran ocasionarnos. Fue una doble traición, la de sus superiores, que lo enviaron a una muerte segura en ese maldito avión, y la de ésos a los que él consideraba "compañeros", que lo vejaron después de muerto.
Por el daño gratuito e innecesario que nos produjeron, quiero alzar la voz y reivindicar que los 62 se merecían un trato digno, que no tuvieron ni antes ni después de su muerte; por él, por mi marido y por los demás fallecidos, espero que se haga justicia, la que nos continúan negando, sólo pido eso, justicia.
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