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Reportaje:Estilos

La niebla que no levanta

Una nueva generación de artistas renueva el oscuro sonido de Bristol

Daniel Verdú

Más de 2.000 barcos cargados de esclavos hicieron escala en el puerto de Bristol durante el siglo XVIII. La ciudad del suroeste de Inglaterra era el nexo entre África y el Caribe, pero algunos de aquellos hombres se extraviaban y quedaban en tierra. Después de 200 años, las sombras de ese tráfico de seres humanos permanecieron en uno de los principales puertos de Reino Unido, en su entristecida música. Dos bandas sacaron en 1991 su primer álbum a orillas del río Avon, Blue lines y Dummy, de Massive Attack y Portishead. Fue el nacimiento del trip-hop y del sonido Bristol.

La máquina no ha parado 20 años después. La textura de aquel sonido que cambió la música negra, una niebla melancólica con voces delicadas a punto de romperse, ha ganado en bajos y en oscuridad. Joker, un músico bristoliano de sólo 21 años, lidera una generación de artistas agrupados bajo la etiqueta de UK funk que son, en suma, los nuevos príncipes del dubstep. Un fenómeno a medio camino entre el dub, el drum n' bass, el hip-hop y el minimal techno, que se ha filtrado, incluso, en una de las series de máxima audiencia de Channel 4.

'Skins', la serie de moda de Channel 4, se filma en la ciudad y emplea su sonido

La primera revolución llegó mientras EE UU invadía Irak en la primera guerra del Golfo. La juventud de Bristol bailaba al ritmo del soundsystem Wild Bunch, del que formaban parte los componentes de Massive Attack o Tricky. "Ahí estaba metida buena parte de la escena, pero Massive Attack se desmarcó con un producto de una categoría increíble", recuerda acerca de aquel primer Blue lines Ricard Robles, organizador de Sónar.

La pequeña ciudad, donde también creció Banksy, el misterioso y cotizado graffitero, es hoy uno de los mayores centros de producción musical. Artistas como Pinch, Appleblim, Peverelist o Forsaken han lanzado sus temas al mundo sentados en su apartamento en Bristol. "Como Manchester o Berlín, tiene una población de estudiantes que consume e interpreta la música de la ciudad con una mentalidad muy abierta. Su tamaño (540.000 habitantes) le confiere una intimidad especial. Diferentes tipos de música comparten audiencias, fiestas y tiendas en las que hay un diálogo entre artistas, dj's, productores, sellos, promotores y fans", explica Mary Anne Hobbs, periodista musical, dj y madrina de la mayoría de jóvenes talentos de Bristol.

Como sucede con los hijos, su historia es un continuum inconsciente. "¿Massive Attack? No sé, tío. Puede que haya escuchado una canción", suelta Joker antes de actuar el pasado jueves en la fiesta de la revista Playground. Sus influencias no están en los precursores, ni siquiera en grupos americanos como The Neptunes o productores como Timbaland, que adoran. La conversación con Joker empieza a fluir cuando habla de videojuegos y su música. Del "genio" Yuzo Koshiro, autor de la banda sonora del Streets of rage. ¿El sueño de Joker? Producir para algo así. De hecho, en su último disco ha dedicado una canción apócrifa para la película Tron, a cuya secuela pone música, en realidad, Daft Punk. "Ojalá hiciera yo el trabajo", suspira.

Bristol es también la banda sonora y contexto de una de las series de más audiencia de Inglaterra. Ya por la cuarta temporada, Skins son un grupo de adolescentes que consumen sus horas de fiesta, drogas y sexo al ritmo dubstep y de lo último en bandas indies inglesas. "Es que todo esto ya es mainstream", insiste Mary Anne Hobbs citando a un montón de artistas de dubstep que han colaborado con estrellas mundiales. "Skream, por ejemplo, ha remezclado a La Roux poniendo el tema en el número dos de las listas. Pero eso sí, lo más increíble de esta música siempre estará en los márgenes del sonido", resume.

El artista de Bristol, Joker, fotografiado esta semana en Madrid.
El artista de Bristol, Joker, fotografiado esta semana en Madrid.CLAUDIO ÁLVAREZ

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona en 1980. Aprendió el oficio en la sección de Local de Madrid de El País. Pasó por las áreas de Cultura y Reportajes, desde donde fue también enviado a diversos atentados islamistas en Francia o a Fukushima. Hoy es corresponsal en Roma y el Vaticano. Cada lunes firma una columna sobre los ritos del 'calcio'.

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