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TORMENTAS PERFECTAS | OPINIÓN
Columna
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Mala voluntad política

Lluís Bassets

No hay error de casting. El nombramiento de Catherine Ashton, hace algo más de cien días como vicepresidente de la Comisión y representante de la Política Exterior de la UE, fue un acto muy bien calculado, resultado de la conjunción de voluntades de los jefes de Gobierno y de Estado de los 27. O de la falta de voluntades. E incluso de las malas voluntades. Pero no de un error de apreciación sobre la personalidad de Catherine Ashton, baronesa Upholland, como le contó una fuente anónima a Ricardo Martínez de Rituerto, corresponsal de EL PAÍS en Bruselas. Según el semanario alemán Der Spiegel, sus detractores, que a estas horas son legión, tienen muchos y serios motivos para quejarse de su falta de dedicación al cargo, su escasa estatura política y su menguada independencia.

Con esta elección, la primera cosa que aseguraron los 27 fue que la creación del mayor servicio diplomático del mundo, el nuevo Servicio de Acción Exterior de la Unión Europea, se haría sin un liderazgo fuerte y claro. Es fácil imaginar cómo hubieran funcionado las cosas si Javier Solana hubiera recibido el encargo. Pues bien, exactamente eso es lo que no querían los 27. El perfil de Solana ha determinado, a sensu contrario, el de quien debía sucederle. En vez de un voluntarismo sin horarios ni fines de semana y una disposición a viajar y a asistir a todas las reuniones; la conciliación entre el trabajo y el hogar que dosifica horarios, desplazamientos y encuentros. En vez de un currículo cargado de experiencia electoral, responsabilidades de Gobierno y contactos internacionales; una biografía de retaguardia, sin pasar por las urnas y con un acuerdo comercial con Corea como mayor y solitario trofeo. En vez de una acreditada experiencia en la equidistancia respecto a los socios de la UE, incluido su propio Gobierno; la tutoría del Foreign Office, con la seguridad de que la poderosa diplomacia británica tendrá buena mano en el Servicio Exterior.

Lo más cómico del caso es que después de nombrar a una personalidad como Ashton, bien adaptada a las escasas ambiciones europeas y los muchos intereses y conveniencias nacionales de cada uno de los 27, éstos han empezado a presionarla con críticas y malevolencias precisamente para obtener los mejores puestos en este Servicio exterior en construcción. Y ahora, ante la magnitud del linchamiento, están en la fase de reconfortar a la víctima, no fuera caso de que todo terminara rebotando contra quienes hicieron el casting. Lady Ashton es hija de los intereses de los 27, como lo es ahora la hipócrita compunción con que la defienden. Cada una de las pullas dirigidas hasta ahora a la nueva vicepresidenta de la Comisión debieran aplicárselas todos y cada uno de los 27 a ellos mismos, pues fueron ellos los que la nombraron.

Lady Ashton
Lady AshtonMatt

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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