Ni un alma en Romanyà de la Selva
Los núcleos más aislados tardarán una semana en recuperar la electricidad
Las casas cerradas a cal y canto. Las chimeneas sin humear. Ni siquiera el perro guardián se ha quedado para proteger las viviendas. En Romanyà de la Selva no hay ni un vecino, sólo un grupito de visitantes con su tabla de snow board que se deslizan por una pendiente nevada. Se trata de un minipueblo de una decena de casas completamente vacío y a oscuras. Los núcleos aislados de población no verán la luz en al menos una semana, según Endesa. La compañía no sabe cuántos son ni dónde están exactamente. Los habitantes de Romanyà y poblaciones similares han puesto pies en polvorosa. El frío de estos días en insoportable.
Romanyà está a unos 400 metros de altura en la sierra de les Gavarres, en el término municipal de Santa Cristina d'Aro, en el Baix Empordà. El pueblo lo forman dos calles y una decena de casas de piedra ilustres: ahí vivió y ahí está enterrada la escritora Mercè Rodoreda. Pero no parece motivo suficiente para quedarse a pasar frío. "Incluso hemos recomendado a los vecinos que se vayan a casa de algún pariente cercano que tenga electricidad", explica el alcalde y presidente del consejo comarcal del Baix Empordà, Ricard Herrero (PSC).
"Nos lo tomamos con humor, pero es difícil vivir así", dice una vecina
En Monells, un municipio de unos 200 habitantes del Baix Empordà, se disponen a pasar su quinta noche a oscuras. George Black, de 81 años, y su esposa Bibi, de 71, resisten en la localidad, pero no por mucho tiempo. El matrimonio ha hecho ya las maletas y el lunes pone rumbo a Alemania, donde poseen otra residencia. Bibi se está recuperando de una enfermedad grave y aunque todavía tiene ánimo para hacer mermelada alumbrándose con un par de velas, la situación le sobrepasa. "Nos lo tratamos de tomar con humor, pero es difícil vivir así", explica George, con tantas capas de jerséis que parece una cebolla.
Caminando por las calles empedradas cuesta dar con alguien. Tampoco tocando a las puertas de madera. A las siete de la tarde, después de correr de un lado a otro, encontramos a cuatro vecinos más: Lluís Martín, concejal del pueblo; Pau Puig, historiador; Diego, un lugareño enojadísimo porque sigue sin luz, y otra vecina que tampoco está para charlas.
El concejal Martín no se muestra optimista. "Ayer nos prometieron grupos electrógenos. Hoy han traído uno, pero no llega ni para el 10% de la población", explica. Ese generador y los próximos (si llegan) tienen que abastecer también a Cruïlles y San Sadurní de l'Heura. Los tres núcleos juntos forman un único municipio de unas 1.000 personas.
Pero no solamente la gente de los lugares aislados abandona sus casas. Muchas familias con hijos de municipios como Lloret de Mar, Sant Feliu de Guíxols y Platja d'Aro se mudan a pisos de parientes que ya han recuperado la electricidad. Las razones siempre las mismas: "mi casa es una nevera".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.