Cosas que son arte
Caixafòrum presenta una exposición sobre los artistas que en sus obras utilizan objetos cotidianos
¿Qué tienen en común un carrito de vagabundo abarrotado de bolsas de plástico con una columna de Vírgenes de plástico pintadas de amarillo? Aparentemente nada, pero en los dos casos se trata de obras de arte que coinciden en utilizar objetos extraídos de la vida real para otorgarles nuevos sentidos. Es una estrategia centenaria, basta recordar a Duchamp y sus famosos ready made, pero durante este tiempo los artistas han ido enriqueciendo las posibilidades para ofrecer resultados y objetivos diversos y estimulantes.
La exposición Objetos desclasificados, abierta en Caixafòrum hata el 22 de agosto, reúne ahora 14 ejemplos en una selección realizada por Neus Miró de piezas de la propia colección de arte de la entidad. Curiosamente, coincidirá hasta el 11 de abril con otra muestra de estos fondos, Cosmética dogmática, la brillante selección que de ellos hizo Luis Gordillo. Este año se ha impuesto el ahorro, por lo que la entidad ha incrementado la producción propia y alargado la duración de las exposiciones, algo que ha beneficiado la visibilidad de la colección.
En Objetos desclasificados la mayoría son obras conocidas, aunque siempre resulta interesante volver a ver la famosa columna de Vírgenes de Katharina Fritsh, la instalación de fotografías extraídas del diario El Caso de Boltanski o las historias y fotografías de habitaciones de hotel "robadas" por Sophie Calle camuflada como camarera de hotel. Otras se habían visto menos y resulta toda una sorpresa, muy adecuada en estas fechas, recuperar la pieza Maldita primavera, de Carlos Pazos, en la que dos esquís flanquean un paisaje nevado con neones.
Pero lo realmente interesante es ver las dos obras incorporadas recientemente a la colección. La de Annette Messager, Juego de duelo, tiene un aire un tanto sombrío, con una red negra que, a modo de tríptico, cubre fotografías de fragmentos de cuerpo en el centro y muñecos de peluche o ropa en los lados. Más misteriosa y mágica es Schattenspiel, de Hans-Peter Feldman, la auténtica estrella del montaje, que funciona como un teatro de sombras chinescas ya que en la pared se reflejan los juguetes y figuritas que giran sobre varias plataformas iluminadas desde atrás por reflectores. Vale la visita.
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