El monstruo de Grbavica admite que mató "a más de cien moros"
Mujeres de Bosnia festejan la captura del genocida
Veselin Vlaholic era sinónimo de terror en 1992 en el barrio de Grbavica de Sarajevo. Por eso se ganó por méritos propios el sobrenombre de El monstruo de Grbavica. "Yo maté a más de 100 moros y quemé sus cadáveres. ¿Por qué? Porque ellos mataron a mi mujer y a mis hijos. Y les digo una cosa: no me arrepiento", confesó el pasado lunes a los agentes que le detuvieron en Altea (Alicante). Tampoco tuvo el menor reparo en confiar que, al mando de un grupo conocido como Los Ángeles Blancos, había violado a numerosas mujeres musulmanas durante la espantosa guerra de los Balcanes.
Los agentes del Grupo de Robos y Tráfico de Armas de la Brigada Central de Delincuencia Especializada y Violenta perseguían a un atracador sin saber de quién se trataba. Cuando descubrieron que era el genocida Batko Vlahovic decidieron detenerle sin pérdida de tiempo.
El buscado criminal encabezaba un grupo acusado de múltiples violaciones
"No me arrepiento de nada de lo que hice. Aquello era la guerra", dice
El suyo era uno de los nombres que más odio suscita aún en Bosnia, sobre todo entre las mujeres que sufrieron múltiples violaciones. Por eso, muchas de ellas han contactado con la Embajada de España en Sarajevo para agradecer su captura, igual que ha hecho un representante del Gobierno de Bosnia y Herzegovina. "Mucha gente ha hecho fiesta y ha celebrado su captura", dice un funcionario de la legación diplomática.
El Monstruo, nacido en Niksic (Montenegro) en julio de 1969, llegó a España hace ocho años, tras huir de la prisión de Podgorica el 18 de junio de 2001, según fuentes policiales. Se asentó en Tarragona y más tarde en la costa valenciana, donde tenía algunos amigos. Durante los últimos años se ha movido casi siempre entre las turísticas Altea, Denia y Benidorm.
Desde el primer momento se integró en un grupo dedicado a perpetrar robos y atracos. Según se ha sabido ahora, él fue quien protagonizó un altercado, a tiro limpio, en un club de alterne de Tarragona. También se le supone autor de un asalto a una vivienda de Salou (Tarragona) el 12 de abril de 2005, en el que resultó intoxicado un bebé de 22 meses a causa de un aerosol utilizado por la banda para adormecer a los moradores del domicilio. Esa misma noche perpetró un robo por el procedimiento del butrón (agujero) en el local Danny Boy de esa localidad.
El 21 de abril de 2005 estuvo a punto de ser apresado por la Guardia Civil cuando iba a recoger un coche estacionado en el edificio Arco Iris de La Pineda, en Tarragona. Pero logró escapar en medio de un intenso tiroteo con los agentes y pese a que él mismo resultó herido de un balazo en una pierna.
Un mes después, el Cuerpo Nacional de Policía le localizó en Denia (Alicante). Pero cuando fue a detenerlo, el escurridizo criminal saltó desde un segundo piso de un inmueble y nuevamente consiguió escapar. El registro de la vivienda, no obstante, permitió hallar la pistola empleada en el tiroteo con los guardias civiles, así como varios pasaportes de los que fue posible extraer sus huellas dactilares.
Durante años, la policía y la Guardia Civil persiguieron al propietario de unas huellas pertenecientes unas veces a Krunoslav Godec, otras veces a Petrovic Mijodrag y otras a Jan Depiq. Tuvo que pasar mucho tiempo hasta descubrir que esas impresiones digitales correspondían en realidad a Veselin Vlaholic, también conocido por el apelativo de Batko, uno de los mayores criminales de la guerra de los Balcanes, contra el que las autoridades de Bosnia y Herzegovina habían cursado en 2008 una orden internacional de busca y captura.
El peligroso ex miliciano es un tipo frío y sin escrúpulos. "No me arrepiento de nada de lo que hice. ¿Por qué me iba a arrepentir? Aquello era la guerra... y en las guerras pasan esas cosas", comentó a los policías que le pusieron a disposición de Javier Reyes, juez de Instrucción número 3 de Denia. En las próximas horas pasará ante el juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón a efectos de su extradición a Bosnia y Herzegovina.
Lo sorprendente es que ahora, al ser capturado, El Monstruo de Grbavica no portaba ningún arma de fuego. En su casa sólo se halló el kit del perfecto ladrón: pasamontañas, alicates, destornilladores, linternas y ganzúas, según fuentes policiales. En algunos de sus golpes consiguió un botín tan exiguo como una cámara de fotos y un teléfono móvil. Pero eso le daba para vivir. Era un hombre austero.
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