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Crítica:XIV FESTIVAL DE JEREZ
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Esencial, pero sólo a ratos

La llegada del bailaor Farruquito cambia los registros. Su espectáculo es el primero en agotar las localidades del Teatro Villamarta y, desde mucho antes de la hora, ya se puede percibir cómo es otro tipo de público el que lo va a llenar. Su legión de fieles se hace palpable visual y, más tarde, auditivamente, pues no cesará de jalearlo o piropearlo mientras el artista esté en escena.

En esta ocasión hay que reseñar, sin embargo, un cierto comedimiento entre el personal, quizás acorde con el tono de la obra que se les presenta. Ni los decibelios alcanzan el volumen de otras veces -sin que, por ello, el sonido llegue a ser bueno-, ni el baile del artista es tan propicio al desparrame general. No, Farruquito se paró una barbaridad, escuchó el cante muchísimo, dejó correr unos silencios que se cortaban con cuchillo y, de tarde en tarde, se entregó al frenesí de su patá con el arte, la enjundia y el señorío que le son propios.

'FARRUQUITO ESENCIAL'

Baile: Juan Manuel Fernández Montoya 'Farruquito'. Cante: Encarna Anillo, La Tana, Antonio Villar, El Rubio de Pruna. Guitarras: Román Vicente, Antonio Rey. Violín: Bernardo Parrilla. Percusión: Isidro Suárez.

Teatro Villamarta, 1 de marzo

Farruquito ha virado hacia una mayor contención y serenidad

Pero, repetimos, sólo de tarde en tarde, o sea, en muy contadas ocasiones de un espectáculo que, debido a ello, deja un regusto de insatisfacción por la poca cantidad de baile exhibido. Eso sí, el poco que se vio fue de primera calidad.

Desde su vuelta a los escenarios tras sus problemas con la justicia, el bailaor ha perseguido el baile en solitario, sin apoyos familiares -exceptuada la habitual aparición de El Carpeta-, y con el cortejo de sus músicos y cantaores favoritos. En esa línea, aunque en gran formato, estuvo la obra Puro y lo está este Farruquito esencial, pensada para trasladar su verdad en auditorios más pequeños y con la cercanía del público. El formato así concebido parece, en principio, idóneo. Su plasmación llegó, sin embargo, a ser frustrante. El balance entre música y cante frente a baile se antoja claramente desequilibrado. Desde la introducción, con el inspirado violín de Parrilla y la tanda de cantes de trilla y martinetes, pasando por la serie de abandolaos o los tangos de las mujeres, se acumula mucho cante entre los escuetos momentos de baile. Y en calidad, nada hay que objetar, ni en una ni en otra faceta. Porque el cante rayó por momentos a gran altura (sorprende El Rubio de Pruna) y el dúo de guitarras formado por Vicente y Rey funciona a la perfección y deja mucha música en el aire. Pero el protagonista era el baile, y de él se vio poquito.

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El hacer de Farruquito ha virado hacia una mayor contención y serenidad, sin abandonar esos arrebatos suyos que se perciben como latigazos. Moviéndose entre la contención de la figura, el frenesí de un zapateado o una sobria escobilla de escuela, compuso una seguiriya profunda, pero breve. Con las alegrías puede que dibujara los momentos más brillantes de la noche, dejándose llevar por el cante de las mujeres para dejar espacio a la inspiración o a la improvisación.

Dominador del tiempo, lo detiene con mesura para romperlo en mil pedazos. En la soleá volvió a la elegante contención y hasta los desplantes fueron suaves. Puede que nos tenga acostumbrados al arrebato, pero con su viejo y nuevo hacer -siempre ortodoxo- ésa no fue la sensación dominante. Lo que no quita para que la parroquia fiel se le entregara apasionadamente. Y más con la postrera aportación de El Carpeta. Pero también los hubo, y muchos, que menearon la cabeza.

Farruquito, en un momento de su espectáculo <i>Farruquito esencial</i>, el pasado lunes en el Teatro Villamarta de Jerez.
Farruquito, en un momento de su espectáculo Farruquito esencial, el pasado lunes en el Teatro Villamarta de Jerez.Javier Hernández

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