El británico David Hare, pasado por la licuadora
Curioso montaje este de Juan Branca, versión en blanco y negro de Skylight, de David Hare, interpretada por tres actrices. Una, dice las acotaciones: describe lo que debiera de haber en escena y no hay (una librería, una cocina; puertas...). Las dos restantes, ejecutan sus instrucciones, dicen su texto con distancia, como sin dejar de ser ellas mismas, se asombran al ver lo diferentes que son de sus personajes. Este ingenioso experimento antinaturalista cautiva, pero amenaza pronto con fagocitar la historia del reencuentro de la joven educadora Kyra con Tom, su antiguo amante, tras la muerte de su mujer: vivía con ellos como una hija, hasta que se descubrió el pastel.
Branca, consciente de que su experimento no da más de sí, lo abandona sobre la marcha y deja a las actrices enfrentarse al texto por derecho. Ahí surge otro problema: la española Paloma Tabasco (Tom) trabaja con un registro interpretativo y una paleta emocional diferentes a los de Analía Scarano (su hijo) y Laura González (Kyra), argentinas, ambas bien en su cometido. No es cuestión de acento, sino de intensidad y afinación. Además, a Tabasco, gran actriz tantas veces, no le cuadra su personaje, por hechuras. En esta falta de encaje entre exigencias del texto y medios de producción, entre estilos y entre personaje e intérprete, Hare aparece y se desvanece intermitentemente. Está ahí, pero no como quisiéramos.
SKYLIGHT
Autor: David Hare. Traducción: Fátima Sayyad Hernando. Luz: Paloma Parra. Vestuario: Gric Vidal. Dirección: Juan Manuel Branca. Hasta el 7 de marzo. Teatro Pradillo.
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