La convivencia se agrieta en Salt
La repetición del pleno suspendido se salda con incidentes entre inmigrantes y autóctonos - El Ayuntamiento admite que la situación es difícil y complicada
Mimoun es un joven marroquí de 32 años. Viste a la moda (americana, camisa, tejanos) y tiene un Audi. Lleva cuatro años en Salt, donde trabaja de oficial en la construcción. Antonio Romero es un malagueño de 49 años. Viste informal (con bambas, tejanos y chaqueta de cuero). Lleva 40 años en Salt y en la actualidad está en paro. Ambos se enzarzaron ayer en una discusión que sirvió como detonante de una serie de enfrentamientos en la puerta del ayuntamiento. Mimoun dijo que los españoles también roban. Romero le gritó que se fuese a su país.
Salt mostró ayer su peor cara. Medio centenar de vecinos del municipio del Gironès se cruzaron todo tipo de insultos y gritos. De los autóctonos a los inmigrantes y de los inmigrantes a los autóctonos. El escenario de fondo es una manifestación que llevaron a cabo unos 200 vecinos el lunes pasado. Irrumpieron en el pleno municipal portando pancartas que se quejaban de la inseguridad ciudadana. La alcaldesa, Iolanda Pineda (PSC), tuvo que suspenderlo. Ayer se celebró de nuevo gracias a que la Policía Local echó a dos vecinos e impidió la entrada a otros tantos.
No se sabe quién hay detrás, pero la convocatoria del lunes ha sido la chispa que ha encendido la llama. Salt es un municipio con 31.000 habitantes. El 43% son inmigrantes y uno de cada cuatro está en el paro (el 13% entre los autóctonos). La propia alcaldesa sostiene que la situación es difícil y complicada. Pero insiste en negar cualquier vínculo de delincuencia e inmigración.
El centro de Salt es también un avispero. En 1,5 kilómetros cuadrados viven 15.000 personas. Son pisos de la década de 1970 que primero ocupó la inmigración andaluza. En sus calles uno puede elegir hoy la carnicería marroquí en la que comprar, desde dónde quiere enviar el dinero a su familia en el extranjero, qué repostería típica africana prefiere... En 10 años la población inmigrante ha pasado del 6% al 43%.
La consecuencia más palpable de la mezcla son los problemas vecinales. Sobre todo en las comunidades de pisos. Javier Ríos los vive. Por eso ayer estaba también en la puerta del ayuntamiento, desesperado.
3Tiene 30 años. Su madre es catalana; su padre, sevillano. Aterrizaron en Salt en busca de una vida mejor. "¿Y ahora qué? ¿Se tienen que mudar porque los vecinos no pagan la comunidad?", lamentó. Ríos ya no habla de inseguridad, sino de un conflicto entre autóctonos e inmigrantes. La alcaldesa niega que el problema radique en los extranjeros. "Ha habido un cambio en la tipología de los delitos y eso ha aumentado la alarma social", defiende. En el último trimestre de 2009, en Salt hubo 189 robos (60 entradas en trasteros y garajes, 27 tirones de bolso, 72 robos en el interior de los coches y 30 hurtos de vehículos). La tendencia indica un aumento de los robos con fuerza.
¿Cuál es, pues, el mayor problema con el que topa en Salt? Que el paro se ceba en los inmigrantes, según relata Andreu Bover. Él es el máximo responsable en el Ayuntamiento de las políticas que se dedican a los extranjeros. Bover estaba también ayer en la puerta del ayuntamiento. Tranquilo, con su tabaco de liar en la mano, cogió por banda a Morad el Hassani, de 28 años y que lleva desde los 14 en Salt. Hassani abanderó buena parte de las peleas y reivindicaciones. "¡Esto es cosa de CiU y PP, que nunca nos han querido y ahora nos usan para ganar las elecciones!", gritó, rodeado de cámaras y micrófonos.
Y mientras fuera arreciaba, en el pleno municipal seguía el orden del día. Durante casi cuatro horas la corporación aprobó los presupuestos de 2010, el cambio de uso de suelo de un polígono industrial para establecer centros de culto y la instalación de cámaras de seguridad. Cuando acabaron, la tormenta había pasado, aunque a última hora de la tarde, unos 200 marroquíes se concentraron ante el Ayuntamiento. La cosa no duró mucho, pero avisaron de que se quieren manifestar la semana que viene.
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