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Merkel se aleja de sus socios liberales

El debate sobre el Estado del bienestar agrava las tensiones en la coalición que gobierna Alemania cuando se cumplen sus primeros cien días de rodaje

La victoria electoral iba a redundar en una boda de ensueño en el centro-derecha alemán, pero la luna de miel terminó el 9 de noviembre con los fastos del aniversario de la caída del Muro. La coalición entre los democristianos de Angela Merkel (CDU) y el partido liberal FDP ha cumplido en febrero sus primeros 100 días. El rodaje no ha bastado para enterrar las tensiones entre los socios, agravadas últimamente por un encendido debate sobre el Estado del bienestar.

Su instigador es el ministro de Exteriores, Guido Westerwelle, que ha aparcado sus tareas diplomáticas para enarbolar las banderas liberales en política interior. Al comparar hace dos semanas el sistema alemán de subsidios sociales para parados de larga duración con "la decadencia del Imperio Romano", Westerwelle obtuvo las buscadas críticas de la oposición socialdemócrata del SPD, pero también un distanciamiento expreso de la propia canciller.

Westerwelle cree "decadentes" las ayudas a parados de larga duración
Los democristianos estudian vías para acercarse al partido de Los Verdes

Las elecciones demostraron que las preocupaciones de los alemanes se han alejado de la crisis económica internacional. Lo permite la salida de la recesión registrada el pasado verano y las razonables cifras de paro. En comparación con España o con Grecia, los alemanes parecen considerar que se han puesto en manos de buenos gestores. Preocupa el descenso social y la caída en el desamparo económico, donde puntúa el partido La Izquierda. También la presencia en Afganistán, que causó la primera crisis de Gobierno de Merkel con la dimisión del ministro de Trabajo y ex ministro de Defensa, Franz-Josef Jung. Las noticias sobre evasores fiscales han llenado periódicos en los últimos meses. El FDP se presentó en septiembre con promesas de rebajas de impuestos que el contrato de coalición condicionó a su viabilidad. Otro asunto espinoso, la reforma de la Seguridad Social propuesta por los liberales, continúa parado.

El 9 de mayo, una coalición de democristianos y liberales análoga a la de Merkel se presentará a la reelección en Renania del Norte-Westfalia. La canciller se juega allí algo más que una mala evaluación parcial. La región más poblada de Alemania, con 14 millones de votantes, determinará además la futura mayoría en la Cámara alta (Bundesrat), el órgano legislativo con representación de los Estados federados. Si pierde Renania del Norte-Westfalia, un Estado industrial y tradicionalmente socialdemócrata, la coalición de Merkel sólo tendrá mayoría en el Bundestag. Las últimas encuestas señalan que la coalición en Renania se tambalea. No obstante, la Unión Demócrata Cristiana-CDU podría formar Gobierno con los Verdes.

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El de la reforma del Estado del bienestar es un debate viejo y políticamente muy arriesgado. Merkel lo sabe, puesto que el programa liberal que llevó a las generales de 2005 estuvo a punto de costarle la cancillería y le obligó a pactar la gran coalición con el SPD. Precisamente los duros recortes sociales del canciller socialdemócrata Gerhard Schröder (1998-2005) catalizaron, para muchos analistas, la erosión que ha dejado al SPD en el ruinoso 23% de las generales de septiembre. Así, mientras que el lenguaraz Westerwelle regresa a la política interior como campeón del neoliberalismo redivivo, Merkel se sitúa otra vez como defensora de la "economía social de mercado". El SPD sigue lamiéndose las heridas.

Otro debate es el nuclear. Dos tercios de los alemanes rechazan la energía atómica. El ministro de Medio Ambiente, el democristiano Norbert Röttgen, acaba de atizar la discusión al recomendar a su partido que "se distancie de la energía nuclear". La canciller le ha dado su apoyo, pese a las críticas internas del partido y la incomprensión del FDP. Ayer, la web de Der Spiegel adelantaba el plan de Röttgen para desconectar 7 de las 17 centrales en funcionamiento. La CDU amplía así el campo de batalla con su socio liberal y abre la puerta a una colaboración más estrecha con los Verdes.

Esta semana, Der Spiegel contiene un largo reportaje sobre las deliberaciones democristianas para cambiar de socio en Renania del Norte-Westfalia. El proyecto de un Gobierno democristiano-verde, que hubiera sonado absurdo hace sólo unos lustros, ya se realizó en 2008 en la ciudad-Estado de Hamburgo. El apagón nuclear es uno de los mitos fundacionales del partido Verde y una cláusula innegociable en un hipotético contrato de coalición federal. El giro de Röttgen y Merkel conviene a los líderes democristianos de Renania del Norte, donde no funciona ninguna central nuclear. Los dirigentes verdes en Berlín, sabedores de que el cortejo democristiano podría espantarles el ala izquierda de su electorado, se dicen escépticos. Pero sus barones regionales ya pactaron la coalición de Hamburgo y, más recientemente, un tripartito con democristianos y liberales en Sarre. Así que, como dice el Spiegel, "verde es la esperanza" de Merkel.

Tras 11 años de oposición, los liberales lograron un notable repunte bajo la dirección de Westerwelle. En septiembre obtuvieron casi el 15% de los votos. Sin embargo, las encuestas revelan un notable descenso en su intención de voto, ahora en el 10%.

Para Merkel, perder la mayoría democristiano-liberal en el Bundesrat encierra un riesgo grave. Pero si viene causada por una coalición de su partido con los Verdes en Renania, le puede proporcionar un instrumento de presión en el resto de frentes abiertos con los liberales. Y un nuevo candidato para pactar en 2013.

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