Irina Arjípova, 'mezzosoprano' rusa
Gracias a su voz de timbre suntuoso pudo cantar durante medio siglo
El pasado 2 de enero, Irina Arjípova recibió la felicitación de los amantes de la ópera rusos por su 85º cumpleaños. Le habían preparado diversos actos de homenaje a celebrar durante todo este año, pero la gran mezzosoprano rusa no podrá constatar de nuevo la imborrable impronta que con su talento y personalidad deja entre sus compatriotas.
El 11 de febrero murió en una clínica de Moscú a causa de una afección cardiaca. Su nombre no sólo permanecerá en los anales de la historia de la ópera en Rusia, sino que forma parte de la historia del Universo: en 1995, el Instituto de Astronomía Teórica de la Academia de Ciencias Rusa bautizó en su honor un pequeño planeta del cinturón de asteroides, descubierto por la astrónoma Tamara Smirnova en 1967, como 4424 Arjípova.
Hija de una familia de ferroviarios, cuya tradición cortó su padre para dedicarse a la construcción, su destino quedó fijado por su progenitor desde que nació en Moscú, en 1925: sería arquitecta.
La joven, que ya de niña evidenció un gran talento para la música, que estudió en el Conservatorio de Moscú, no opuso resistencia y en 1942 ingresó en el Instituto de Arquitectura de Taskent, capital de Uzbekistán, donde la familia había sido evacuada tras el ataque de las tropas alemanas a la capital rusa en la II Guerra Mundial.
Los estudios de arquitectura, sin embargo, no apartaron a Irina de la música, que siguió estudiando. Tras licenciarse en 1948, entró a trabajar en un estudio de arquitectura moscovita. Mientras de día diseñaba casas y complejos de oficinas, por las noches estudiaba canto en el conservatorio.
Cuando se graduó en 1953 ya tenía claro que estaba destinada a ser cantante de ópera. En invierno de 1954 ingresó en la compañía del teatro de Sverdlovsk, actual Ekaterimburgo, y en 1956 entró en el Bolshói de Moscú, donde debutó con Carmen de Bizet, personaje emblemático en su carrera. En 1950 la cantó junto al entonces célebre tenor Mario del Mónaco, el primer italiano invitado a debutar en el Bolshói, en una representación memorable.
Mezzosoprano dramática, Arjípova poseía una voz bella, amplia, con facilidad para los agudos, ágil y de timbre suntuoso que arrancaba con facilidad calurosos aplausos. Su irreprochable técnica le permitió cantar durante medio siglo.
Interpretó todos los grandes papeles del repertorio ruso para mezzosoprano, desde la Marina de Borís Gudonov y la Marfa de Khovanschina, las dos de Mussorgski, hasta Juana de Arco de La Doncella de Orleans y Liubova de Mazzepa, ambos de Chaikovski, o en el Sonia de Guerra y paz, de Prokófiev.
En el repertorio italiano destacó en los personajes de Amneris en la ópera Aida, o Eboli, de Don Carlo, Santuzza, de Cavalleria rusticana; y Azucena, de Un ballo in maschera.
La calidad extraordinaria de su voz le permitió emprender, a partir de los años sesenta, una carrera internacional sin abandonar la compañía del Bolshói, algo que la Unión Soviética sólo permitía a los mejores. Visitó el teatro San Carlos de Nápoles, la Scala de Milán, el Covent Garden de Londres, la Ópera de San Francisco, el teatro Colón de Buenos Aires, y en el Festival de Orange protagonizó, en verano de 1972, junto a la soprano Montserrat Caballé, una memorable representación de Il trovatore.
Debutó en 1997 en el Metropolitan de Nueva York, ya cumplidos los 72 años, cantando el personaje de Filipevna de Eugene Oneguin, en la ópera deChaikovski, con la compañía del Bolshói.
Actuación en España
En España interpretó Un ballo in maschera en la temporada de 1987, para la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera.
Desde los setenta enseñaba canto en el Conservatorio de Moscú y durante muchos años fue miembro del jurado del concurso de canto Glinka. Gracias a ello contribuyó a impulsar la carrera de sus más talentosos participantes, entre ellos la mezzosoprano Elena Obratzova, los barítonos Vladimir Chernov y Dimitri Hvorostoski, o la soprano Anna Netrebko.
En 1992 publicó su autobiografía, titulada Mis musas, y creó con su marido, el tenor Vladislav Piavko, una fundación que lleva su nombre y con la que ayudaba a las jóvenes promesas del canto en Rusia.
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