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OPINIÓN
Columna
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'Gripescépticos'

Tras desenmascarar la trama de las células madre, redescubrir la oposición social al aborto y sembrar dudas sobre la realidad del cambio climático, ahora toca poner en cuestión a la Organización Mundial de la Salud (OMS) por su manejo de la pandemia de gripe. La polémica ya estalló en España gracias a una monja de la abadía de Montserrat, licenciada en Medicina, pero ahora ha llegado hasta el Comité de Sanidad del Consejo de Europa gracias al ex presidente de dicho comité, Wolfgang Wodarg, también licenciado en Medicina.

Los gripescépticos acusan al organismo de la ONU de haber actuado en connivencia con la industria farmacéutica, con el objetivo de lucrarse mediante la venta de una vacuna inútil contra una epidemia ficticia. También denuncian el "cambio de definición" de pandemia que hizo la OMS justo en plena crisis. Piden por todo ello y por varias cosas más la dimisión de la jefa de la OMS, Margaret Chang. La consulta "falsa pandemia" en Google ya ha superado el umbral de los 300.000 resultados. La polémica está en el aire, quién podría dudarlo.

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El problema es que los hechos no se avienen. Las actuaciones de la OMS han seguido el consejo de los mejores científicos especializados en el virus de la gripe, entre ellos dos autoridades mundiales como Robert Webster, del hospital infantil St. Jude de Memphis (Estados Unidos), y Tashiro Masato, director del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas en Tokio. Los CDC de Atlanta colgaron en la Red desde el primer momento toda la información sobre el virus en bases públicas disponibles para todos los investigadores del mundo.

Gracias a esa ciencia transparente, resultó evidente en abril que la causa del brote mexicano era un virus de la gripe distinto de todos los conocidos -un virus nuevo-, hasta el punto de que provenía del mestizaje entre dos virus porcinos. Y que era altamente transmisible entre personas, puesto que en Nueva York se habían declarado 28 casos en la misma escuela.

La web de la OMS decía que una gripe pandémica "causa un número enorme de muertes y enfermedades". A primeros de mayo, cuando un periodista de la CNN se interesó por ello, un responsable retiró la frase de la web. Esto fue un error garrafal. Pero irrelevante para el caso.

Es cierto que, ya en los primeros días de mayo, Peter Palese, jefe de microbiología del hospital Mount Sinai de Nueva York, había reunido pruebas de que el virus no era muy letal. No llevaba la mutación que hizo más letal a los virus de las tres pandemias de gripe del siglo XX, ni la que hizo muy mortal al virus de la gripe aviar H5N1.

Pero el criterio de la OMS para declarar las fases pandémicas no es la letalidad, sino la transmisión. Y de ésta no cabía duda: nueve países con casos comprobados a finales de abril, 74 países a principios de junio. La OMS no hizo más que seguir su protocolo, que asocia el nivel de alerta pandémica a la propagación del virus. Este criterio es discutible, y algunos científicos apoyan ahora cambiarlo para incluir también la letalidad del virus. Pero era el que figuraba en todos los planes antipandémicos, aprobados por todos los gobiernos occidentales, antes y después de la "modificación de la definición de pandemia".

Wodarg también ha dicho: "Si no ha habido presiones, no se entiende el comportamiento de la OMS; o eso, o están locos". Este argumento médico, lo admito, es muy difícil de refutar.

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