Los charcos de Núñez Feijóo
Era muy difícil pensar que tan sólo en nueve meses el gobierno gallego se pudiese meter en tantos charcos como se ha metido, mostrando no solamente la lógica bisoñez e inexperiencia sino también desconocimiento y atrevimiento. Empezó declarando ilegal el decreto eólico del bipartito, y supliéndolo con otro aludiendo a la inseguridad jurídica del primero. Resultó que el primer decreto era legal y como consecuencia de ello se metió en un embrollo jurídico provocando una paralización de las inversiones en el sector y probablemente tener que indemnizar.
A continuación, anuló la gratuidad de los libros de texto, intentando demostrar que aunque ahora tuviesen que pagar los libros dos tercios de la población frente a la total gratuidad de antes esto es un logro social importante. No sacó ninguna plaza de profesorado de Secundaria y Bachillerato, con lo cual aumentó el número de alumnos por profesor, a pesar de lo cual siguió hablando de reducir el fracaso escolar. Probablemente se refiere a los alumnos de colegios del Opus Dei, para los que sí tuvo varios millones de euros a pesar de la crisis económica.
El hecho de meter el inglés en el decreto del gallego sólo muestra el complejo de inferioridad del presidente
Entró a ordenar los aeropuertos gallegos con la peregrina idea de un aeropuerto con un único distintivo y tres terminales, para quedarse al final en una simple subvención con el criterio de café para todos, eso sí, poco café y todavía menos para el aeropuerto que es más competitivo y que mejor se comporta en cuanto a número de pasajeros y de ocupación, que es el de Lavacolla.
Entró tarde en la estructuración de las caixas y con poco tacto, dando lugar a conflictos muy poco deseables en el sector financiero por la desconfianza que puede generar.
La conselleira de Sanidade metió innecesariamente la polémica de la titulación de Medicina, quizás para distraer a las universidades y que no hablasen del recorte de su financiación. La respuesta de los rectores ha sido elocuente, sin necesidad de hablar, firmando un convenio para intensificar la cooperación entre universidades. En los últimos días de diciembre, el Gobierno decía que las universidades no debían comportarse como una casta alejada de la sociedad, usando un lenguaje sorprendente en personas de derechas de toda la vida. No es la primera vez que desde la Consellería de Educación se pierden las formas, intentando con insolencia encubrir su desconocimiento y bajo nivel. La respuesta, conjunta por parte de las universidades, fue mucho más educada, mostrando los datos económicos y el enorme esfuerzo que estaban haciendo para sobrevivir manteniendo una calidad que en algunos casos está siendo reconocida a nivel español. En general el desaliento en las universidades es grande y no radica sólo en las restricciones económicas, sino en el desánimo que provocan las autoridades autonómicas relacionadas con las universidades.
El Gobierno ve a las universidades como peligrosas y no controlables. Por ello, a ellas ni agua. En el apartado de investigación e innovación, se puede decir que el Gobierno no sabe, no contesta.
En cuanto a la preparación y programación del Xacobeo, hay despropósitos que es difícil pensar que no son a propósito. Hay falta de sentidiño al primar los congresos y seminarios que no se celebren en Santiago en el Año Santo. Está hecho conjuntamente con la práctica carencia de referencias a Santiago de Compostela en el vídeo promocional y el detalle de la programación musical, parece como si la Xunta tuviese algo contra Santiago. Viendo la promoción del Xacobeo, es difícil conocer que éste tiene algo que ver con Santiago de Compostela. Por otra parte, la programación ha sido tardía, poco cuidada y con fallos hasta en la fecha de algún concierto que aparece señalada en días diferentes según el folleto que se mire.
El decreto del gallego está recogiendo un gran consenso en su rechazo. Pocas veces se puede aplicar mejor el dicho de que quien siembra vientos recoge tempestades. El meter el inglés en el decreto solamente muestra el complejo de inferioridad del presidente.
A pesar de todo esto, la imagen de Alberto Núñez Feijóo en los ciudadanos no es mala, pero también es cierto que empiezan a valorar con añoranza al bipartito o incluso a los gobiernos de Fraga. Este sentimiento, en sólo nueve meses de mandato, debería preocupar seriamente al presidente, y lo que es peor, preocupa a muchos ciudadanos porque ven la perspectiva que tienen delante.
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