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Columna
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Por un cambio con cambio

Tras nueve meses de bicefalia sin problemas de bicefalia, ya tiene fecha el congreso extraordinario que va a celebrar el PSOE andaluz para resolver los problemas de bicefalia que provocaba la bicefalia. Como saben, será el 12 y el 13 de marzo. Se trata de una cita importante, ya que se espera que después de un primer cambio sin ningún cambio, el de Chaves por Griñán al frente de la Junta, se produzca ahora, con el de Chaves por Griñán al frente del PSOE, un segundo cambio, pero esta vez ya con algún cambio.

La vida política en España lleva tres décadas sustentada en dos grandes partidos con una idea básica cada uno. El viaje al centro del PP -un recorrido interminable, ya que cada cierto tiempo anda hacia atrás más de lo que ha caminado hacia adelante- y el cambio del PSOE. ¿Dónde estaba el PP, que lleva años viajando al centro y todavía no ha llegado?, se preguntó un día Alfonso Guerra en una de las frases más mordaces de la política española. ¿Cómo era el PSOE, que lleva treinta años cambiando y todavía no ha cambiado? Podría preguntarse alguien en el PP, si tuviera un dirigente con una ironía tan afilada como Guerra. Los socialistas prometieron el cambio, luego el cambio del cambio y, tras declarar que habían entendido el mensaje, anunciaron otra vez otro cambio. Y en eso siguen ahora con el congreso de marzo, en demostrar que son el cambio que los andaluces reclaman como cambio.

Creo que hay una explicación para entender por qué los cambios en el PSOE duran tanto tiempo. La manía por los "cambios tranquilos". Esos que además de tranquilos tienen que ser "no traumáticos", como si alguien a estas alturas se fuera a traumatizar porque el PSOE cambiara. Cuando Chaves se fue de la Junta, tras 19 años al frente de esta institución, propició un relevo tan tranquilo con José Antonio Griñán que ha llegado a ser imperceptible para la gran mayoría de los ciudadanos andaluces, que nueve meses después no saben el nombre del nuevo presidente de la Junta y siguen reclamando un cambio. Quién garantiza ahora que un relevo orgánico en el PSOE-A será percibido como un cambio por los que no vieron cambio alguno con el anterior cambio. O dicho de otra forma, de cara a los ciudadanos: ¿Qué cambia este nuevo cambio?

La paradoja para el PSOE andaluz es que mientras el relevo apenas ha calado entre los ciudadanos, el cambio ha abierto una vía de agua en la monolítica estructura orgánica del partido. Una vía que se convirtió en marejada tras la publicación del barómetro del IESA, donde el PP aventajaba en algo más de un punto y medio en intención de voto al PSOE. Griñán quiere que el próximo cambio, el cambio orgánico, se visualice en la nueva ejecutiva, donde apostará por el relevo generacional. Dicen que va a pedir al partido nombres con tres perfiles claros: "Gente trabajadora", "a la última en nuevas tecnologías" y que "sepa integrar a las minorías del partido". O sea, nada en principio que vaya a mejorar la vida de los andaluces.

En 1998, Borrell se enfrentó a Almunia por encabezar el cartel socialista a la presidencia del Gobierno. El ex ministro de Obras Públicas ironizó sobre la candidatura del entonces secretario general del PSOE, de la que se decía que garantizaba el equilibro entre continuidad y cambio. También eran tiempos difíciles -la crisis de los 90- y Borrell espetó a la militancia: "Hay que arriesgar algo, no sea que el cambio que invocamos los socialistas sea tan tranquilo que no haya ninguna clase de cambio".

Cuando salga investido en el congreso como líder del PSOE, habrá que confiar en que a Griñán no le ocurra otra vez lo que pronosticó Borrell de Almunia, que sus cambios sean tan tranquilos que no haya ninguna clase de cambio. Griñán debe cambiar mucho, en el PSOE y en el Gobierno. Y ponerle a todos un objetivo: crear empleo. Si acierta, los ciudadanos percibiremos el cambio.

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