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Mi casa es un vestuario de fútbol

Una treintena de personas malviven en viejas instalaciones deportivas de Latina

Las porterías siguen ahí, en pie pero sin redes. Los postes de la luz continúan rodeando el campo, aunque sin bombillas que alumbren. Y los vestuarios se mantienen al lado de la desaparecida línea de banda. Pero en lugar de bancos y taquillas, en su interior se han conformado una especie de minichabolas donde malvive una treintena de personas. Es el campo de tierra del antiguo club Racing de Garvin, en la calle de la Alhambra, del distrito de Latina.

A la puerta de uno de esos vestuarios, beben cerveza de unas litronas dos hombres altos y fornidos, con pelo negro y barba de dos días. Son dos rumanos que, cuentan, llevan unas semanas viviendo allí. No tienen "ni dinero ni empleo". Han sido temporeros por varias regiones de España y, hasta hace poco, trabajaban en una obra en la capital. "Mientras no tengamos dinero viviremos aquí, no se está mal y no hay problemas", cuentan señalando las puertas de al lado. Cada familia se ha montado una pequeña vivienda particular. "Hay rumanos, marroquíes y españoles... nos llevamos bien".

Los vecinos de Lucero que viven más cerca se quejan de la suciedad y el deterioro del campo. La instalación está en una zona de actuación que en su momento fue recalificada para hacer viviendas y zonas comerciales, y se reservó un espacio para instalación deportiva, que utilizó el Racing Garvin. Los vecinos también celebraban allí sus fiestas de barrio. "Tienen todo muy sucio, se bañan ahí en un barreño y todo. No molestan, pero me da pena que el campo termine en ese estado", se lamenta Antonio Sánchez, que vive justo enfrente. Teresa, otra vecina, destaca que "no arman jaleo ni peleas", pero le da lástima sobre todo que haya niños viviendo allí.

Hacerse cargo de los menores será la primera ocupación de los servicios sociales de la junta de distrito, que ya ha abierto un expediente del caso. "En una o dos semanas se les desalojará, se limpiará y actuarán las instituciones sociales", explica una portavoz.

Fue el PSOE el que, tras las quejas de los vecinos, planteó el problema en el pleno de noviembre. Desde la Junta Municipal de Latina aseguran que lo comunicaron a la propiedad, pero que finalmente será el gobierno municipal el que actúe.

Ajenos a todo este proceso, los dos rumanos apuran su cerveza. A su lado pasan una mujer y una niña con un barreño donde van a lavar algo de ropa, que se unirá a la que ya se mueve al viento tendida en una cuerda improvisada. ¿Tienen agua? Como respuesta se limitan a señalar una de las esquinas del campo, de donde sale una larga manguera que termina encharcando la arena. ¿Y luz? Esta vez la contestación es una negativa con la cabeza y una mirada de reojo a la puerta de al lado, donde hay una nevera desenchufada.

Un portal más allá, otro rumano intenta clavar un tornillo en el marco de la puerta, ayudado con un cuchillo. Dentro, su hijo dormita en un camastro. "No puedo trabajar", comenta en un rudimentario español y enseñando una fea cicatriz en el cuello. "Llevamos aquí una semana, hace menos frío que en la calle". Bolsas de basura, restos de muebles o de ropa se diseminan por toda la instalación, totalmente rodeada por un muro con una pequeña puerta de metal por la que entrar. La única parte limpia de desperdicios es la explanada de tierra, con sus dos porterías, que sigue siendo utilizada por aficionados al fútbol. "Vienen por la tarde y los fines de semana", cuenta uno de los rumanos. "A veces jugamos con ellos", explica. "No hay ningún problema, nos llevamos bien". Y echa otro trago a la botella.

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