De Briallos a París
El pintor pontevedrés Celso Varela inaugura, la semana que viene, una exposición en la capital francesa
La historia de cómo la pintura de Celso Varela llegó a París tiene un punto de azar. Ése que hizo al galerista portugués afincado en París José Manuel Leonardo de Sà tropezar con el catálogo Dende a miña fiestra y que se encuentra en el origen de la muestra que el 16 de febrero se inaugura en la Galería Leonardo de la capital francesa.
"Durante el mes de septiembre, expuse mi obra en la Casa das Artes de Vigo", relata el propio Varela, de 57 años, "y me editaron un catálogo". El presidente de la Asociación de Críticos Madrileños, Tomás Paredes, entusiasta de la obra del pintor de Briallos (Pontevedra), hizo circular el tomo. Y así llegaron los óleos de Varela a conocimiento del portugués. "Paredes me contó que Leonardo había estado una hora al teléfono, entusiasmado con las obras reproducidas en Dende a miña fiestra", comenta un todavía perplejo Celso Varela.
"Contemplar un libro de Van Gogh me daba dolor de estómago"
Al mes siguiente, el galerista se plantó en el estudio del pintor en Pontevedra para conocer su trabajo en directo. "Después fuimos a mi aldea, Briallos, que es la materia de mis cuadros". De ese encuentro surgió la muestra de 23 piezas que en nueve días abrirá sus puertas en París.
La trayectoria pictórica de Celso Varela alcanza así un punto de inflexión. "Llevo 35 años pintando", hace memoria, "desde que era un niño y dibujaba detrás de la cocina, copiaba láminas...". Orgullosamente autodidacta -"nunca fui a una escuela de arte"-, todavía recuerda cuando, cursando el bachillerato, se cruzó con un libro con Van Gogh. "Contemplar esa pintura casi me hacía doler el estómago", asegura, sin asomo de exageración.
Años después, el de Briallos trataría a Laxeiro o a su paisano Manuel Pesqueira. "Pero pictóricamente, no me siento cercano a ningún autor gallego", afirma este practicante de una cierta pintura figurativa y al tiempo difusa, atravesada de interferencias. "Mi obra no intenta contar historias", escribe en las páginas preliminares del catálogo Dende a miña fiestra, "sino colgarse del sistema nervioso del espectador". Tomás Paredes ofrecía, en el mismo volumen, su opinión: "El paisaje [de Celso Varela] no es impresionista, no es expresionista, no es figurativa, no es informalista, no es abastracta [...] aunque tiene algo de cada uno de esos movimientos".
Para Varela, su labor con los aceites "aún es fiel a cuando empecé, a pesar de que fue conformando un estilo más o menos propio". Y a punto de viajar a París para enseñar ese estilo, repite su particular credo artístico: "La pintura la debe entender un gallego y un japonés, debe ser universal. Ante todo, no quiero ser un pintor local".
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