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Baltar lamina al candidato de Rajoy y lega a su hijo el PP de Ourense

El nuevo presidente anuncia que construirá "un partido de leales"

El veterano dirigente orensano José Luis Baltar atraviesa solo el Pazo de Os Remedios, busca a su mujer, Alicia Blanco, entre la media docena de pancartas de apoyo a su hijo, y concluye: "Ya está". Familiares y amigos se arrancan con vítores de "¡presidente, presidente!", el pabellón se contagia y aparece en escena el heredero, José Manuel, en medio de una atronadora ovación que hace imperceptible la entrada, por una puerta lateral, del presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. Baltar padre alza a su hijo en brazos en la foto que instaura el nacimiento de una saga en Ourense. "¡Han perdido los traidores!", grita una seguidora convencida.

La megafonía precisa el resultado: 723 votos de Baltar Blanco, por 433 de su rival Juan Manuel Jiménez Morán. El PP de Ourense tiene nuevo presidente y es el hijo del hombre que ocupó el cargo durante los últimos 17 años. Los observadores enviados desde las sedes del PP de Madrid y Santiago para fiscalizar la votación callan.

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Alberto Núñez Feijóo supo ayer que la dinastía de los Baltar se perpetúa en Ourense y que el problema que se le presenta en la provincia que lo vio nacer es más grave de lo que pensaba. Un lamparón en la impoluta trayectoria que lo devolvió a la Xunta en sólo cuatro años, tras suceder a Fraga.

Después de prometer en campaña que él mismo acabaría con el caciquismo "en un día", ordenó improvisar una candidatura para cerrar el paso a Baltar en Ourense, máximo exponente del clientelismo en el rural gallego, que gobierna esa diputación provincial desde hace dos décadas. El propósito del viejo barón de dictar testamento político a favor de su hijo había irritado por igual al presidente nacional del partido, Mariano Rajoy, y a Feijóo.

Pero el candidato elegido por éstos para cortar la dinastía Baltar, Juan Manuel Jiménez Morán, apenas convenció al 38% de compromisarios orensanos.

De poco le sirvió a Jiménez Morán el apoyo del presidente gallego, ni las declaraciones de Feijóo en dos periódicos regionales el pasado jueves, llamando a renovar el partido. La intervención del propio Rajoy, que esta semana llamó a capítulo a Baltar a Madrid, no tuvo efecto. Y la traca final del aspirante oficialista, que reservó el segundo puesto de la candidatura al número tres del PP gallego, Antonio Rodríguez Miranda, sólo añadió algo más de estrépito al fracaso. La apuesta de Feijóo y Rajoy convenció exactamente al 36,05% de la militancia orensana.

La contundencia de la derrota no impidió al secretario general, Alfonso Rueda, reclamar "inteligencia" a la hora de "interpretar los resultados". Pero el presidente electo, Baltar Blanco, hizo como si no hubiera oído, y ratificó su compromiso de construir un partido "con leales y gente que no siembra dudas".

El estreno en el cargo del nuevo presidente fue un alegato a favor del galleguismo que tanto irrita al PP nacional, e incluyó puyas evidentes a sus superiores. "Llegó el tiempo de la imposición de abajo arriba, en lugar del diseño de plástico", avisó primero. Luego invitó a su padre a seguir en la Diputación el tiempo que quiera, desoyendo a la cúpula regional, que pretende despedir al viejo Baltar de la institución.

La mayor carga de profundidad la colocó en el turno de agradecimientos. Tras saludar a "la familia", se acordó de su hija Elena, todavía adolescente. "Espero que nadie cercene tu libertad de presentarte", un mensaje directo a los detractores internos que cuestionaron la sucesión dinástica. "En Ourense pensamos lo que decimos y decimos lo que pensamos", continuó.

Cuando comprobó que la llamada a la unidad de Alfonso Rueda no había servido de mucho, el propio Feijóo redundó en el mensaje. Evocó su propio ascenso a la presidencia del partido hace cuatro años y recordó a Baltar Blanco que sólo comprendería lo que él sintió entonces, cuando "desde la soledad de su despacho" reflexione sobre la responsabilidad de liderar "un partido unido donde haya sitio para todos". Fue su enésima y estéril llamada a la integración de dos bandos irreconciliables, temeroso de que la fractura interna vuelva a depararle otro disgusto en las municipales del próximo año.

Feijóo proclamó que "este no es el partido de los caciques" y advirtió al nuevo líder que "de nada valen ganar congresos si no se ganan elecciones". Una forma de pasar página sobre una campaña en la que su candidato no dejó pasar un día sin denunciar "el clientelismo y los favores" de la saga Baltar. El líder gallego empleó un tono gélido, más que frío, para saludar al vencedor y cuando concluyó su intervención, impuso un posado a quienes no dejaron de descalificarse durante las últimas semanas.

Pero las sonrisas forzadas de Baltar Blanco y Jiménez Morán deslucieron el retrato. La instantánea se quedó vieja sólo unos minutos después, cuando el nuevo presidente del PP orensano subrayó ante los periodistas que en ningún caso integrará a sus rivales en el cónclave, tal y como le exige la dirección. "Seré coherente con lo que dije en campaña y formaré un equipo con las personas que hablaron en positivo". Palabra de Baltar II en el inicio de su mandato.

La vieja pugna entre el sector de la boina y el birrete (las alas rural y urbana del partido), que muchos dieron por finiquitada, estrena una nueva era.

José Luis Baltar, en primer término, ayuda a pasear a hombros a su hijo José Manuel, al final del congreso del PP de Ourense.
José Luis Baltar, en primer término, ayuda a pasear a hombros a su hijo José Manuel, al final del congreso del PP de Ourense.NACHO GIMEZ

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