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EN LA OFICINA DE EMPLEO | Los estragos de la crisis en la región

Muchas ganas pero poca oferta

María Martín

Los meses sin oficio ni beneficio marcan el ánimo de cada uno de los parados que pasa por las oficinas de empleo. Ayer las sucursales de Argüelles y Carabanchel eran un ir y venir de gente, sin colas pero sin pausa.

Tristán Hernández tiene 41 años y un hijo. Hace siete meses que su economía familiar sobrevive sin los 3.000 euros mensuales que ganaba como consultor tecnológico, y aunque aún tiene un margen de otros siete meses -lo que le durará su prestación- para buscar trabajo, no se muestra optimista. "Mi preparación es demasiado específica; va a ser muy difícil". Tristán sabe que bajando el listón aparecerían las ofertas, pero no quiere hacerlo: "Podría empezar a trabajar ya por un sueldo inferior, pero sólo estaría dispuesto si la calidad del trabajo fuese buena. La otra opción es ésta: esperar".

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Un caso parecido, es el de un ingeniero de energías renovables, José Vicente, de 49 años, que apura los 420 euros de subsidio que le quedan tras agotar su prestación. En paro desde hace un año, lo justifica con un "no hay mucha oferta". Él, sin embargo, espera que cambie pronto su situación. "He hecho muchas entrevistas para procesos de selección muy largos. Estoy seguro de que cuando llegue el momento tendré dónde elegir".

Mónica Mateo, una joven con pantalones pitillo, labios pintados de rojo y gafas de pasta, es la más abatida de la oficina. A los 28 vuelve a depender de sus padres. Como productora audiovisual, asume que su sector "siempre está en crisis", pero se queja de cuánto se aprovechan: "Un día trabajas gratis, otro día grabas un piloto y se acaba, cobras en negro...". Tras su paso por una empresa de trabajo temporal (ETT), "donde antes te llamaban enseguida y ahora nada", está dispuesta a trabajar sin cobrar. "Tengo que seguir en el mercado".

Más alejada del centro, en una oficina de empleo en Carabanchel, Ángeles Martín, de 40 años, sale con dos niños colgados del brazo. Hace dos años cambió su trabajo de camarera por el de cuidar de sus hijos. Su prestación de 605 euros se le acaba, y es ahora cuando se le escapa un "me arrepiento de haberlo dejado". No es buen momento para encontrar trabajo. Durante todo este tiempo, además de cuidar de los niños, ha completado un curso de informática, de cuidadora de discapacitados y cocinera. Pero nada, no hay suerte.

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Es la hora de cerrar y no queda una sola silla libre en la oficina. Elisa García vive su primera experiencia como desempleada. Sólo tiene 20 años y lleva tres trabajando "en negro" como profesora de danza, masajista, teleoperadora... Se considera afortunada por vivir con sus padres, pero la falta de ingresos le agudizó el ingenio. "En Extremadura [donde trabajó el verano pasado como temporera] vi que funcionaba mucho el trueque" y, a falta de trabajo, "ahora cambio mis masajes por cosas".

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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