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Columna
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El muchacho de Don Vito

¡Oiga! ¿Qué acaso no puede uno llevarse a un amigo al concesionario para comprarse un Jaguar? No habían pasado 24 horas desde que el PP de Rajoy sancionara, por su mala cabeza, a un año de suspensión de militancia a su ex secretario general valenciano Ricardo Costa, cuando se supo que su sucesor, Antonio Clemente, también era colega de El Bigotes. Si a uno le regaló trajes, como a Francisco Camps, o a Víctor Campos, o a Rafael Betoret, o a Pedro García, con el otro se limitó a hacer de asesor en materia de coches de lujo. "¿Y a quién le importa?" Al fin y al cabo, como señaló enseguida Alfonso Rus, tampoco obtuvo Clemente un descuento al comprar el buga que cualquier espabilado no hubiera podido conseguir sin influencias.

Desde las esferas del PP, y en un terreno abonado por la descomposición de cualquier sentido de la decencia pública, se alega a la amistad como algo "natural" en el comportamiento privado de sus dirigentes. El problema es que, para los cargos políticos más que para los ciudadanos, hay amistades y amistades. Y el señor Álvaro Pérez es cualquier cosa excepto un amigo casual o desinteresado. Cuando Camps y los suyos reciben trajes, mantienen desenfadadas conversaciones y comparten saraos con personajes como él, revelan unas complicidades alarmantes. Porque entre ellos y el enviado en Valencia de Don Vito, que así se hacía llamar el propio Francisco Correa, su jefe en la trama mafiosa que el juez Garzón bautizó como red Gürtel, ha habido algo más que negocios a cuenta de las arcas públicas.

En efecto, uno puede comprarse el coche que le dé la gana y hacerse acompañar al concesionario por quien quiera. Pero los demás, que no estamos en el ajo del poder autonómico, no tenemos por qué dejarnos embadurnar a la ligera con la mugre de tanta connivencia argumental con la lógica más corrupta, aquella que tan bien expresaba el Don Vito de la película de Coppola al advertir con voz cansina: "Algún día, y puede que ese día nunca llegue, te necesitaré para que me hagas un favor".

Si llegaron o no los días en que el muchacho de Don Vito cobró los favores a sus amigos del PP y del Consell, y qué tipo de favores fueron, es algo que están investigando ahora mismo los tribunales, con indicios sólidos, por lo menos, de cohecho, tráfico de influencias y financiación ilegal del partido. La retórica del cinismo considera ingenuo escandalizarse por una anécdota como la del coche de Clemente (curioso, también Costa protagonizó un trajín con El Bigotes con un coche de por medio), pero la pura verdad es que en una esfera pública menos enferma, menos distorsionada, al señor diputado ya le hubiera costado el cargo. Sin embargo, como ya dijo El Padrino, "la amistad lo es todo. La amistad vale más que el talento. Vale más que el gobierno. La amistad vale casi tanto como la familia". Y en eso estamos.

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